Olimpiadas filosóficas

103 der que necesitamos para tratar de evolucionar y rescatarnos de la noche en la que nos estamos precipitando. Todo apunta a que nuestra realidad contemporánea se define por la hegemonía de la razón instrumental.Vivimos en una época en la que el auge de la ciencia y tecnología hacen que veamos tal razón como la clave que define la esencia del ser humano; filó- sofos como Hume que afirmaron la incapacidad del establecer principios éticos uni- versales. Esto nos llevaría a convertirnos en simples medios del sistema. Necesitamos reafirmar la razón teórica kantiana y la propia idea de dignidad humana que hace que veamos a todos los seres humanos como «fines en sí mismos» y nunca como medios. Razón a la que tenemos que unir nuestros sentimientos de altruismo y las virtudes, hábitos moralmente válidos. El problema es que nuestra realidad, esa que tan profusamente hemos detallado y cri- ticado, nos impide alcanzar esa utopía tan deseada por todos.Viajaremos ahora al fu- turo y observamos por un momento nuestro mundo ideal. En él estableceríamos una democracia deliberativa al más puro estilo habermasiano, un horizonte utópico ba- sado en un diálogo ético-político intersubjetivo que significa vernos a todos y todas como seres iguales y plenos portadores de derechos. Para alcanzar esto llegaría al nivel posconvencional de Kohlberg, nos autoconfiguraríamos como seres autónomos capaces de poseer una conciencia moral que nos muestra aquello que es preferible y válido moralmente. Así, podremos establecer unos principios normativos y axioló- gicos que configuren una ética mínima basada en la justicia, que a su vez permitirá la búsqueda individual de la felicidad en el plano de la ética máxima. Nos basaremos en éticas formales que nos guíasen a la hora de actuar y, así, no crearemos un estado que acabe en paternalismos políticos.Además, tal y como defiende Martha Nussbaum, aseguraremos un mínimo de capacidades para todos los individuos, ya que nuestro altruismo incluirá la atención de los discapacitados. De vuelta a nuestro mundo actual, debemos ser conscientes de la necesidad de tratar de alcanzar ese horizonte utópico. Es el momento del cambio, de una revolución que nos salve de nuestra caída al abismo. Una vez más debemos reafirmarnos como seres metafísicos, que no se contentan con la realidad actual y que se atreven a soñar con alcanzar esa utopía ética, el «reino del deber ser». Según Bernard Shaw, existen dos tipos de personas, aquellas que observan la realidad tal cual es y se preguntan por qué, y las que observan la realidad como podría ser y se preguntan por qué no. Es hora de que nos preguntemos cuál de las dos queremos ser, de reafirmar nuestra libertad. SEGUNDO PREMIO Ana Rosa López Rodríguez IES Martín García Ramos, Albox, Almería La utopía se define como la imagen mental, individual o colectiva acerca de la socie- dad ideal. El término lo acuñaTomás Moro en su obra homónima, y significa literalmen- te «no lugar». Ante una realidad desfavorable, el utopista encuentra su último refugio en su propia mente. Es posible que el hecho de imaginar mundos mejores y de verlos alcanzables en cierto punto nos ayude a superar situaciones difíciles. En este sentido, al igual que muchas veces el arte, la utopía tiene una función escapista innegable.

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