Olimpiadas filosóficas

112 sociales como el feminismo o el movimiento antirracista Black Lives Matter. Según estas ideologías, se nos separa en grupos dependiendo de nuestro género, raza, orien- tación sexual, nivel social o lugar de nacimiento, sin importar nuestras características individuales.Todas estas ideologías se basan en conceptos, creencias y juicios mo- rales que se hacen a raíz de incluirnos en distintos grupos o colectivos, tienen como eje central el colectivismo.Y es por eso que considero importante hablar sobre cómo estas ideas colectivistas necesitan de la revolución y la utopía, que bien deberían ser algo liberador, para continuar esclavizándonos. Antes, primero de todo, cabe aclarar cierta terminología, ¿qué es colectivismo ? Según dice Ayn Rand: «El colectivismo mantiene que el hombre no tiene derechos; que su trabajo, su cuerpo y su personalidad pertenecen al grupo». Lo que quiere decir con esto es que, en su forma más rudimentaria, el colectivismo busca acabar con cualquier libertad individual que posee un ser humano para subyugar a este a la comunidad. Bus- ca homogeneizar al colectivo imponiendo ciertas acciones y pensamientos. Aquí surge una pregunta muy clara, ¿qué tiene esto que ver con la utopía? ¿Y con la re- volución? La utopía se define como la sociedad perfecta acompañada de un plan ideal, que, visto desde fuera, parece de improbable alcance, aderezado con la promesa de un beneficio cuantioso para el grupo.Y este es el principal error de las utopías. Se basan meramente en el colectivo, dejando de lado al individuo. Perseguir y alcanzar esas utopías requiere en primer lugar del abandono de nuestra libertad, de nuestros sueños, ideas, proyectos o motivaciones personales para reemplazarlo todo por lo que impone el colectivo.Además, más pronto que tarde, aparecerán personas cuyas ansias de vida y de libertad las llevarán a rechazar el sistema utópico impuesto. Cuando eso sucede, es completamente necesaria la imposición de un régimen de carácter totalitario para calmar así cualquier oposición y mantener la utopía.Y no podemos ser libres si vivimos encadenados en una dictadura. En cuanto a la revolución, es fácil ver que cuadra una estrecha relación con los mo- vimientos sociales, que son en efecto colectivistas. No es ningún secreto que estos movimientos, como el feminismo, nos separan en grupos o colectivos y nos intentan dictar quiénes somos y cómo debemos ser en base al grupo establecido según su cri- terio. El principal problema en estos movimientos es que se dedican a jugar a la revo- lución. ¿Y qué hace que estas revoluciones sean perjudiciales? El sesgo colectivo de los movimientos que las representan, porque hacen la revolución en nombre de grupos que ellos eligen, sin considerar que los individuos que incluyen en esos grupos tienen sus ideas propias. Con todo lo anterior, podría continuar diciendo que la utopía y la revolución vuelven al ser humano esclavo de colectivos, pero no sería del todo correcto. Aún se le puede dar un giro a estos dos términos para que adquieran valor a nivel individual. En lugar de utilizar la utopía para hablar de sociedad perfecta, podemos utilizarla para hablar a nivel individual de metas y objetivos personales, y sin imponerlos en los demás. A su vez, el término revolución podría usarse para hablar de transformaciones, de cambios y cuestionamientos a nivel personal para estar en constante desarrollo como individuos. Y, entonces, la revolución y la utopía liberarían al ser humano. Para concluir, quiero citar a Hayek en su libro Camino de servidumbre , donde expone que el término colectivismo cobra más sentido cuando habla de ideologías que proponen un control estatal de la vida, como las citadas anteriormente. Así pues, mientras la revolu- ción y la utopía sigan ligadas a esas ideologías, solo contribuirán a perpetuar la limitación del ser humano. Sin embargo, el momento en el que cada ser, cada individuo haga suyas

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