Olimpiadas filosóficas

113 la revolución y la utopía y las use en su favor a nivel personal, en ese momento libera- rán al ser humano. Es momento de que veamos y aprovechemos nuestras fortalezas individuales, y no nuestras debilidades como grupo. Es momento de que decidamos ser libres. Alba Calzado García IES San Isidro, Madrid, Comunidad de Madrid Utopía y revolución son dos términos casi intrínsecamente relacionados. Parece que, si en un coloquio, charla o debate se menciona uno de ellos, como regla general el otro no tarda en surgir. Surge, además, a fin de desacreditar: se rechaza la revolución por utópica, y se niega la utopía por ser un ideal revolucionario imposible. Sin embargo, si algo tienen en común estos dos conceptos es, en realidad, que los dos son igualmente necesarios para liberar al ser humano. Al fin y al cabo, la utopía no es más que el objetivo final del ser humano, el ideal ético de libertad materializado por completo para toda la humanidad. La utopía, desde que recibe ese nombre gracias a la obra deTomás Moro, consiste precisamente en el per- fecto estado de progreso, y al mismo tiempo es necesaria para medir este avance. La misma idea de liberación implica la existencia de un estado de libertad pleno al que se aspira. Si este no existiera, no podríamos medir si nuestras acciones nos liberan o no, con lo que nos veríamos condenados a obrar sin saber exactamente cuál es el sentido de nuestros actos, sin saber si nos dirigimos a la libertad o ahondamos en la esclavitud. De este modo, el progreso de la liberación humana solo lo es en la medida en que progresa hacia un fin, y ese fin es la utopía moral. Kant la plantea de la manera más evidente: la utopía es el «reino de fines», en el que todo ser humano será trata- do como fin y no como medio, en el que seremos completamente libres. Además, el alemán introduce una noción clave para entender la validez de la utopía. No significa exclusivamente que tengamos derecho a aspirar a ella, sino que tenemos el deber im- perativo de trabajar por alcanzarla, porque el ser humano está moralmente obligado a llegar a ser libre. Solo en estos términos podemos entender la evolución histórica de las sociedades, como argumenta Hegel, pues la libertad es el fin último de la historia humana, y el progreso a lo largo del tiempo debe conducirnos hacia esa utopía de libertad absoluta. En la actualidad ya encontramos teóricos que hablan de que se ha alcanzado el fin de la historia, que el sistema actual es el mejor al que el ser humano puede aspirar. No obstante, parece evidente que el reino de los fines kantiano todavía no ha llegado a hacerse realidad. Pese a que el mensaje que se lanza desde las altas esferas de poder es otro bien distinto (con relación a esto, a MargaretThatcher se le atribuye la frase «no hay alternativa»), lo cierto es que el conjunto de la humanidad está lejos de ser enteramente libre. Por tanto, teniendo en cuenta que consideramos imperativa la lucha por alcanzar la utopía de la libertad completa, no debemos abandonar los esfuerzos que nos acercan al ideal. Nos queda como tarea pendiente materializar la utopía, y en este contexto entra en juego la revolución. Si la utopía es el fin, necesitamos medios para acercarla, y estos solo pueden ser revolucionarios, de modo que la revolución es tan imprescindible como la utopía para la liberación del ser humano.

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