Olimpiadas filosóficas

120 Lo mismo ocurre con conceptos universales tales como justicia, amor, libertad… y, en este caso, liberación. Así, si entendemos la liberación como el proceso de liberarnos de algo que nos opri- me, es decir, como la eliminación de nuestra vida de todo aquello que nos coacciona y nos impide desarrollarnos como personas libremente, entenderemos que la utopía y la revolución nos liberan, siempre y cuando estas se desarrollen con éxito. Ambos conceptos están muy ligados entre sí, pues al haber numerosas utopías dis- tintas −siguiendo cada grupo social la suya particular, como he explicado al inicio del ensayo−, las revoluciones son necesarias cuando se dan choques entre las utopías, para que, al menos, una de ellas se pueda realizar, o sea posible acercarse a ella. Siguiendo con la liberación que estos nos aportan, podemos mencionar numerosos ejemplos a lo largo de la historia. El más claro de ellos es, probablemente, el movi- miento obrero y, con él, la revolución obrera, con la que el proletariado consiguió con- quistar una serie de derechos que el sistema económico (productivo) le había negado, y cuya ausencia impedía a los obreros llevar una vida digna y realizarse como perso- nas. La revolución que llevaron a cabo buscando su utopía de una sociedad sin clases les liberó, al menos en parte, del yugo que pesaba sobre ellos. Otro ejemplo de esto, mucho más reciente, es el movimiento de las mujeres y la revolu- ción que están llevando a cabo, de forma pacífica y quizá lenta, desde el siglo pasado y que continúa en la actualidad. Esta revolución está consiguiendo liberar, poco a poco, a las mujeres de las imposiciones que el sistema heteropatriarcal les asigna. Entre estas liberaciones podemos incluir la de deshacerse de su obligación de tener hijos como única meta en la vida o de comportarse de una determinada manera dictada por y para los hombres, entre muchas otras. Pero, por otra parte, si entendemos la liberación como el poder de desarrollar nuestra mente sin ataduras ni preocupaciones (explicado grosso modo ), es bastante proba- ble que la utopía y la revolución no nos liberen, sino que, de alguna forma, nos aten más. Pues, aunque quizá el punto al que lleguemos a través de la revolución siguiendo nuestra utopía nos permita un desarrollo mental mucho más libre y la eliminación de la mayoría de nuestras actuales preocupaciones, sí que es cierto que vivir siempre bus- cando algo y luchando por llegar a ello no es nada liberador. Esto se explica de la siguiente manera: si centramos nuestra vida en la utopía que queremos conseguir, veremos de forma más agravada las cosas en nuestra opinión erróneas o que no nos gustan de nuestra realidad, lo que nos llevará a invertir gran parte de nuestro tiempo en preocupaciones para encontrar solución a esos asuntos y generar nuevas alternativas. Esto hará que nuestro pensamiento no sea libre, pues se verá bombardeado con constantes problemas. Si buscamos una sociedad en la que el consumo y la producción sean compatibles con el desarrollo sostenible del medioambiente, la revolución que trataremos de lle- var a cabo para conseguir esa utopía nos impedirá disfrutar libremente de la realidad en la que vivimos, pues nos impedirá realizar numerosas actividades que entran en contradicción con la utopía que buscamos; o, si siguiendo el ejemplo mencionado con anterioridad, nos involucramos en la revolución feminista buscando la utopía –aun- que espero que realmente no sea una utopía– de una sociedad en la que el sistema heteropatriarcal quede abolido, la deconstrucción que tendremos que llevar a cabo en ese proceso revolucionario nos quitará la libertad de ver y aceptar la realidad como lo habíamos hecho hasta ahora, pues nos daríamos cuenta de cosas que antes no perci-

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