Olimpiadas filosóficas

121 bíamos y, en ocasiones, nos sentiríamos más oprimidos. En estas ocasiones, la revo- lución y la búsqueda de la utopía nos hacen ser conscientes de ciertos aspectos de la realidad, que, lejos de liberarnos, nos llenan de un cierto malestar. Sin embargo, teniendo claras estas dos ideas, me atrevería a decir que debemos aferrarnos a la parte liberadora que la utopía y la revolución nos ofrecen, pues si la revolución se da con éxito y conseguimos lograr, si es posible, la utopía buscada, en vez de quedarnos en un punto intermedio entre ella y la realidad, alcanzaremos en concreto los dos tipos de liberación mencionados en el ensayo, pues las cosas que nos desagraden de la realidad serán prácticamente nulas y, al menos durante un tiempo, no contaremos con ninguna otra utopía que encierre nuestro pensamiento. Mientras que, por el contrario, si nos centramos en la idea de que la utopía y la revo- lución no nos liberan, nunca conseguiremos ningún tipo de liberación, pues, aunque decidamos no luchar por la utopía y resignarnos a aceptar nuestra realidad, de manera inconsciente seguirá habiendo aspectos de ella que nos desagraden y que nos creen el malestar suficiente como para no poder desarrollarnos con libertad en ninguno de los ámbitos de nuestra vida, ya sean físicos o mentales. María Granados Serrano IES Nuevo Scala, Rute, Andalucía Paz, justicia, igualdad… Estas, y muchas más, son algunas de las ideas que muchos de- seamos en nuestra sociedad y que, sin embargo, nos parecen inalcanzables al coexis- tir en un mundo en el que cada vez hay más corrupción y despotismo. Pero, si por algo se ha caracterizado siempre el ser humano es por su deseo de liberarse y romper con lo establecido, pues a lo largo de la historia siempre ha ido eligiendo lo que conside- raba mejor para mejorar su realidad. Es aquí donde entran los conceptos de utopía y revolución . Si nos fijamos en la etimología de la palabra utopía , vemos que literalmente signi- fica «lo que no está en ningún lugar», dándonos a entender que se aplica a algo que se considera perfecto y deseable, pero totalmente inalcanzable. Nada más lejos de la realidad, este término fue empleado por primera vez por el pensadorTomás Moro –y con el que dio nombre a su obra más famosa– para describir una sociedad en la que el objetivo principal era conseguir la igualdad entre las personas mediante la eliminación de la propiedad privada, la abolición del dinero y la rigurosa planificación del Estado, incluso sobre sus habitantes. Es evidente que la obra de Moro marcó un antes y un después en lo que hoy entende- mos por utopía. Sin embargo, ya desde laAntigüedad hubo pensadores que nos deja- ron pequeñas pinceladas de lo que ellos entendían por un mundo mejor que el suyo. El ejemplo más claro de esto lo encontramos en Platón con su obra La República . El discípulo de Sócrates defendía un Estado en el que primase la justicia, en el que la educación sería el medio ideal para alcanzar tal fin. Precisamente, en relación con la educación, Platón dijo la siguiente frase, que se encuentra justo después del Mito de la Caverna: «La educación no es como alguno –en alusión a los sofistas– dicen que es. Estos pretenden infundir ciencia al alma como si pretendiesen dar vista a unos ojos ciegos». ¿Sería esta una utopía que critica otra utopía?Y, por otra parte, ya

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