Olimpiadas filosóficas
122 acercándonos al contexto del Renacimiento, Francis Bacon describió una sociedad transformada en un paraíso de la técnica en su obra Nueva Atlántida . De todo lo ante- rior se extrae que la utopía no entiende ni de épocas ni de culturas, pues representa el deseo de una sociedad que aspira a lograr un mundo mejor que aquel en el que se está viviendo. Llegamos al siglo xix , en el que, después de producirse las revoluciones liberales por toda Europa, el concepto de utopía adquirió más fuerza. Esto se debe a que tanto co- munistas, anarquistas como socialistas buscaban una sociedad que beneficiara a un proletariado que había sido explotado durante siglos. En primera instancia, surgieron los socialistas utópicos de la mano de autores como Charles Fourier o Robert Owen. Estos aseguraban que su Estado ideal se conseguiría mediante la lucha pacífica y que, una vez establecido, primaría la solidaridad y el amor fraternal. Pero, por otro lado, autores como Karl Marx consideraban estas teorías imposibles, ilusorias. De ahí que creasen el socialismo científico y afirmaran que la clase obrera debía merecer el poder político, pues siempre ha habido una lucha de clases entre una minoría que acumula todo el poder y una mayoría sometida a esta. No obstante, si hubo algo que marcó el desenlace de las utopías, fue precisamente el surgimiento de las distopías , es decir, obras que denunciaban una situación política existente y, al mismo tiempo, plasmaban las consecuencias nefastas que traería con- sigo el cumplimiento de tales utopías. El ejemplo más claro de todo esto lo encontra- mos con el escritor Aldous Huxley y su obra Un mundo feliz . Presenta una sociedad totalmente planificada y tecnificada en la que no existe el libre albedrío, al haberse uti- lizado la persuasión para controlar a sus habitantes. Otras obras fundamentales para entender este género serían 1984 de George Orwell, cuya figura central corresponde al Gran Hermano, y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury. En esta última, su protagonista que- ma libros. ¿Y por qué? Pues porque en su sociedad está prohibido pensar. ¿Y estaría prohibida entonces la filosofía? Como consecuencia del éxito de tales distopías, el número de los detractores de las utopías también aumentó considerablemente. Simplemente con mirar nuestra historia reciente, podemos ver que aquellos que apoyan las ideas utópicas salieron gravemen- te perjudicados. Un ejemplo de esto fue el régimen dictatorial de Stalin en la URSS, marcado por la represión y la muerte. Apareció entonces una obra que lo criticaba me- diante la sátira: Rebelión en la granja , de George Orwell. Una frase clave de este libro es: «Todos los animales son iguales, pero hay animales más iguales que otros». Dicho esto, debemos plantearnos lo siguiente: ¿serían posibles las utopías en la ac- tualidad? Está claro que todos luchamos por un mundo mejor, pero ya hemos visto que tal propósito desencadenó en el pasado totalitarismo y violencia. Si somos autocríti- cos, podemos decir que la culpa la tienen los políticos de siempre con sus desmedi- das ansias de poder. Pues, ¿por qué no somos capaces de acabar con la violencia en el mundo? Hemos tenido que vivir dos guerras mundiales para darnos cuenta de que solo tienen un fin: destruirnos emocionalmente hasta el punto de resquebrajar nues- tra alma. Y a pesar de que en el siglo xxi presumimos de haber aprendido la lección, aún seguimos siendo una especie frívola, hipócrita y mezquina que comete los mismos actos bárbaros que sus antepasados. Pues, cuando ocurren atentados en Occidente, aprovechamos para atacar a los refugiados con nuestro racismo más furibundo, pero cuando estos ocurren en Oriente, ni nos percatamos de ello y hacemos que corran más ríos de sangre y dolor que nunca podrán regar las flores de la paz.
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