Olimpiadas filosóficas

131 sentido e incompleto, las personas nos hemos visto en la necesidad de crear nuestra propia realidad con tal de completar la misma realidad o mejorarla , darle un sentido y darnos tranquilidad y felicidad. La mayoría necesita convencerse de que hay un cami- no, de que hay una opción correcta, cuando no la hay. Así es como hemos creado, por ejemplo, la religión, que nos permite abandonar el pensamiento y cambiarlo por la fe. Así es como, por unos u otros medios, los seres humanos hemos ido distanciando, cada vez más, nuestra realidad de lo verdadero −sea lo que sea, si existe−, es decir, lo que nos podría determinar (como la biología hace con los animales), haciendo que ya no sea un determinante, sino un condicionante, o simplemente relegándolo a un factor sin importancia, pues la mente humana supera los límites de la realidad ya establecida por nosotros. Esto pasaría, por ejemplo, en los trastornos de carácter psicológico, que tan solo se tratan de una alteración que presenta un sujeto en cuestión respecto de la realidad que la mayoría percibe. De manera que, ¿cuál es la verdadera? Ninguna.Todas pueden ser verdad o mentira, con un mayor o menor número de argumentos a favor y en contra, desde perspectivas variadas y, por tanto, algunas realidades pueden ser más o menos preferibles dependiendo de muchos factores, empezando por la persona misma. Del mismo modo sucede con la realidad y la utopía. Porque, ¿qué es la utopía más que una realidad a la que no se le ha hecho un lugar, tal como indica su etimología? Las realidades que vivimos ahora también un día fueron utopía, hoy frustrada. Por eso no hay que caer en argumentos que tienen como base la tradición, porque los tiempos cambian y las realidades también (además de que, la mayoría de las veces, la tradición no se fundamenta en lo racional , a pesar de que el ra- ciocinio, como dice Descartes, es propio de todo ser humano). Es más, yo diría que las utopías son reales porque esas ideas provienen de las mentes humanas. Mentes que interpretan el mundo de maneras únicas y que necesitan mantenerse al margen de la realidad vigente, al menos por unos instantes, porque nosotros también existimos en otras realidades. Mundos que no existen para los demás, tal y como lo son las utopías: mundos que no existen en la realidad más inmediata. De manera que, o bien acepta- mos que parte de nosotros no existe, o bien aceptamos que existen otras realidades. O bien aceptamos que algunas cosas reales no existen, o bien aceptamos que existen las utopías. Efectivamente, la utopía puede hacerse realidad porque se basa en cualidades huma- nas que en estos momentos no se valoran, pero que existen, porque aún hay personas que las desarrollan. Por tanto, frente a las infinitas cualidades (y, por tanto, realidades) humanas, ¿por qué no optar por las que nos hacen más libres, es decir, las que escapan de nuestra cultura? Aun así, vemos que el sistema falla por no potenciar en todos no- sotros capacidades como la eficiencia, a no ser que se trate de un régimen totalitario, en cuyo caso sabemos que la utopía no es preferible, como explicaba George Orwell.Y, aun así, vemos que siempre hay alguien que se intenta sobreponer, con mayor o menor éxito, al régimen, cosa que también puede estar bien. Claro que se puede repensar la dirección de estas utopías y, si no se hace, es porque el pesimismo y el menosprecio que la mayoría presentan hacia ellos mismos, hacia la humanidad y hacia el mundo en general hacen que muchos queden estancados, o incluso opten por el suicidio.Yo creo que no es tiempo para compadecerse. La revolución del pensamiento se vuelve cada día más necesaria. Para llevarla a cabo se necesita una utopía no como meta, sino como punto de referencia, ya que no creo que una sociedad llegue a ser inmejorable , además de que llegar a eso podría ser peligroso, según nos muestran varios ejemplos históricos de utopías de algunos personajes deshumanizados. Pues las utopías son necesarias para una inmensa parte de la humanidad, ya que, en los tiempos que corren