Olimpiadas filosóficas

132 y con la globalización como hecho característico de estos, se hace cada vez más difícil vencer este, aparentemente, gigante indestructible llamado realidad. Llamado capita- lismo. Llamado patriarcado. Llamado progreso... No hay que olvidar que ese gigante lo hemos creado nosotros, los seres humanos, y que, por tanto, podemos destruirlo. Pero para ello es necesario que seamos personas, no autómatas o sonámbulos alienados. Por ahí empieza una verdadera revolución: iluminando mentes. Cabe destacar que, en la revolución para liberar al ser humano de su propia trampa, y para evitar que caiga otra vez en este bucle que vivimos y hemos vivido desde hace miles de años, no es solo necesario el pensamiento, sino que la moral también se hace indispensable. Pues la moral hace posible la convivencia entre las personas, cosa que en un pasado favoreció el desarrollo de nuestra especie con condiciones tan excep- cionales (del mismo modo en que también pueden convertirse en abominables) que nos ofrecen siempre posibilidades que para cualquier otro ser vivo serían totalmente imposibles de presentar.Así pues, como iba diciendo, si seguimos con la misma lógica y pensando que solo tiene sentido plantear el desarrollo humano si se hace en socie- dad, la moral se hace estrictamente necesaria. Lo vemos en Descartes: fue capaz de cuestionarse absolutamente todo, menos la moral; creó una moral provisional porque, precisamente, no podía prescindir de ella. Se podría decir, pues, que el ser humano necesita adoptar un cambio en su lógica alie- nante, funcional y clasificadora, que no entiende las excepciones y a las personas con mirada de niño, que solo se preocupa por lo material e, inconscientemente, por mante- ner una determinada homogeneidad en el pensamiento de las personas que favorece al poderoso. Como dijo Jim Larkin: «los grandes no son grandes, es que nosotros es- tamos de rodillas, ¡levantémonos!».Adoptemos el vitalismo de Nietzsche y creemos, al fin, a partir de nuestra voluntad, nuestro pensamiento y nuestra moral una nueva rea- lidad que permita a las personas ser libres de verdad, que podamos así tener a nues- tro alcance la infinitud de posibilidades que nosotros mismos creamos y que nadie, ni siquiera nosotros mismos, nos podamos arrebatar. Claro que no todo es tan sencillo y, tan solo pensando en la diversidad humana, vemos que obligar o hacer que todos ellos compartan una voluntad, un pensamiento y una moral determinados sería una atroci- dad.Yo estoy ligada, al igual que todos ustedes, a la mentalidad imperante de nuestros días y de nuestra sociedad por mucho que pretenda escapar, así que puede que mis palabras no se deban tener en cuenta. Aunque lo que es seguro es que estancarse no es bueno, no hay que tener miedo al cambio, si el cambio puede ser creación (en caso contrario, que parezca que ese cambio llegue a degradar, aún más, al ser humano, se hace necesario también cambiar de actitud para parar este movimiento que amenaza con el cambio, si Heráclito estuviera en lo cierto, creo yo que los humanos seríamos deidades por conseguir no cambiar nuestra base y nuestra realidad) y nos proporciona lo que a día de hoy aún es un mito: verdadera libertad y, en consecuencia, justicia. Antonio Ruslan Millán Bautista IES San Fernando, Badajoz, Extremadura ¿Dónde se hallan los límites del logos y la praxis? ¿La utopía y la revolución nos eman- cipan o nos esclavizan? ¿El sueño de hoy será la pesadilla de mañana?

RkJQdWJsaXNoZXIy OTA4MjI=