Olimpiadas filosóficas

133 El vocablo utopía ha sufrido una metamorfosis desde que fue acuñado por el humanis- taTomás Moro en 1516. Siempre ha estado acompañado de un aura de misterio, ya que juega deliberadamente con la ambigüedad y la pluralidad de los sentidos, haciendo referencia a dos neologismos griegos, outopía «ningún lugar» y eutopía «buen lugar». Generalmente, desde la perspectiva sociopolítica, la utopía suele considerarse como algo positivo. Sin embargo, algunos politólogos y filósofos nos han puesto sobre aviso de los peligros de algunas utopías aparentemente perfectas, pero provocadoras de grandes males. Karl Popper es el más crítico en este sentido. Por esta controversia, se suelen utilizar otros dos términos que vendrían a dar un valor a la utopía, que aparece- ría como neutra o aséptica. Distopía proviene del griego y significa «mal lugar». Según el Oxford English Dictio- nary , el término fue acuñado por el filósofo John Stuart Mill a finales del siglo xix , quien también empleaba como sinónimo el término creado por Bentham: cacotopía. Designar como distopía una concepción política es considerar que dicha concepción está basada en una teoría difícil o imposible de realizar en su pureza, pero, además, no deseable, bien por sí misma o por las inevitables consecuencias que de ella se derivan. En cambio, eutopía «buen lugar» es una concepción política que se considera buena, justa y deseable. De este modo, una misma utopía puede ser considerada como disto- pía por unos y eutopía por otros. La utopía nace de la razón y la imaginación, es decir, a partir de nuestras insatisfac- ciones y deseos en la vida real. Es por ello que defendemos que la utopía es inherente a la función crítica.Además, es una característica antropológica. ParaAristóteles, por ejemplo, el ser humano es un ser social; nosotros creemos que, por ende, es un ser utópico . Sería absurdo negar que todas nuestras actividades traslucen un horizonte defraudado por la actualización de todas nuestras potencialidades, de todo lo que po- demos llegar a ser y no somos, y las utopías siempre han buscado atraernos hacia ese horizonte. La idea de una sociedad futura y perfecta es un sueño primitivo, aunque algunas de ellas remiten a un pasado remoto, a ciudades ideales ubicadas en un momento roba- do, perdido y abandonado que, aun así, se ha resistido a morir. De esta fuente nace el concepto retrotopía , utilizado por el filósofo y sociólogo Zygmund Bauman en la obra del mismo nombre, un ensayo lúcido sobre la añoranza de un pasado que fue mejor. A diferencia de la utopía deTomás Moro, que se localiza en el futuro, aún por realizar, la retrotopía hace referencia a épocas pasadas (surgió tras la crisis global de 2008), ya que el futuro se ha transformado, ha dejado de alimentar nuestros sueños y se ha con- vertido en un escenario de incertidumbre y pesadillas. Si nos atenemos rigurosamente a la utopía como género literario −esto es, como re- lato o proyecto de una sociedad ideal−, nos remontamos hasta Hipodamo de Mileto y Faleas de Calcedonia. Encontramos luego un verdadero arquetipo en La República de Platón, y no debemos olvidar, por cierto, a Evémero con su Crónica sagrada de la isla de Panquea . Durante el Renacimiento afloran La ciudad del Sol de Campanella y La nueva Atlántida de Bacon. Cabe destacar Bolo Bolo , un ensayo escrito por el misterioso MP, escritor suizo de lengua alemana, en el año 1983, y en el que nos propone una vía de escape frente al sistema capitalista mediante la creación de bolos , comunidades pro- ductivas con identidad cultural propia. Fundada en 1968 en el estado deTamil Nadu (India), tenemos el ejemplo real deAurovi- lle (ciudad de la aurora), que se nos presenta como un paraíso autosostenible y utópi- co libre de trabas tan improcedentes como la religión, la política o el dinero; un labora-

RkJQdWJsaXNoZXIy OTA4MjI=