Olimpiadas filosóficas

135 del barco. Sin embargo, entre ellos se produce un diálogo, una especie de dialéctica entre revolución y utopía, entre el ser y el deber ser. Esta dialéctica es, desde el punto de vista de Claudio Magris, «no rendirse ante cómo son las cosas y luchar por cómo deben ser». En la vida existen dos actitudes, la acción y la contemplación. La contemplación tiene como objetivo principal el conocimiento; la filosofía es una actividad intelectual que busca nuevos horizontes especulativos, en los que se ubican las utopías. El fin de la acción es crear cambios inspirados en los planteamientos filosóficos que se materia- lizan mediante las revoluciones y aspiran al progreso, esto es, a la mejora de las con- diciones de vida. La acción es esclava, es prisionera de los límites del ser humano, y la contemplación está encadenada al yo .Todo aquello que consideramos conocimiento no son más que prejuicios, costumbres y meras cavilaciones que tejen un velo entre nosotros y el mundo, es decir, entre el sujeto y el objeto, este mundo impenetrable. La distancia entre el deseo y la realidad hace que la liberación total se convierta en una meta a la que nos aproximamos indefinidamente, pero es inalcanzable, al igual que la tortuga para los pies deAquiles. Sin embargo, es posible la emancipación parcial, que consiste en la independencia de los determinismos sociales. Solo nos queda ser «he- rejes modernos», como diría el filósofo surcoreano Byung-Chul Han; huir del camino de la ortodoxia, tomar decisiones libremente y criticar todo poder o sistema estableci- do, debido a que, a partir de la deconstrucción, se crea la construcción. Hoy en día, más que nunca, parece que el motor está atascado y el astro sumido en nie- bla. Debemos recuperar el concepto de utopía que siempre nos ha acompañado, deshi- lachar las nubes que lo envuelven, y no esperar que nos lleve a una isla perfecta, ya que lo perfecto se convierte en lo imperfecto y el sueño en pesadilla, tal y como expresa el poeta chileno Nicanor Parra: «revolución, revolución, cuántas contrarrevoluciones se cometen en tu nombre». Para el ser humano no existe un puerto del que no zarpará, es decir, un puerto eterno, ya que este tiene vocación de navegante, su vida está en el mar. Si existiera una meta, tan solo cabe la posibilidad de que sea efímera. Terminaremos sentenciando que la utopía ha de responder a una visión dialéctica, abierta, no determinista de la realidad, y la función de la revolución es la de impulsar- nos a navegar; porque la vida no es el destino, sino la travesía, como afirmaba el poeta griego Cavafis. Concluimos con un tributo al poetaWaltWhitman, con una cita en la que nos invita a traspasar la frontera de lo que consideramos posible: «Antes del alba, subí a las colinas, miré los cielos apretados de luminarias y le dije a mi espíritu: cuando conozcamos todos estos mundos y el placer y la sabiduría de las cosas que contienen, ¿estaremos tranquilos y satisfechos?Y mi espíritu me respondió: No, ganaremos esas alturas para seguir adelante». Sonia Pozo Aragó IES Práxedes Mateo Sagasta, Logroño, La Rioja La cuestión planteada propone el análisis de dos elementos que, en un principio, pue- den interpretarse como independientes entre sí, pero cuya estrecha relación sale a la luz cuando se estudian en profundidad: la utopía y la revolución. A través del presente ensayo se buscará la exposición, desarrollo y justificación de la tesis que sostiene que

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