Olimpiadas filosóficas

140 nos hemos demostrado en un gran número de ocasiones nuestro poder como uni- dad revolucionaria, parece que somos incapaces de revolucionarnos contra nosotros mismos. Mientras que somos testigos y partícipes de la gran revolución tecnológica, de la exploración espacial o la manipulación genética, todavía no hemos sido capa- ces de lograr la igualdad de género, la paz mundial o una simple mejora en la distri- bución de los recursos en el planeta. En definitiva, parece que, si le damos un sentido colectivo a la pirámide de Maslow, resul- tamos incapaces de cubrir el estamento social. Nuestras victorias revolucionarias actua- les están centradas en la creación de nuevos artilugios, los avances tecnológicos o me- joras en la medicina, tal y como expone Rutger Bregman en su libro Utopía para realistas . Conforme avanza el tiempo, nos vamos olvidando de que pertenecemos a una comuni- dad con retos a nivel colectivo y nos encerramos en nuestro propio individuo, producto de sueños individuales y a menudo egoísta, despreocupado de los círculos que no le rodean y de las sociedades en las que no está involucrado. En dicho proceso, nuestra imaginación se enfría y encerramos en un cajón los conceptos de revolución y utopía. Según dijo el filósofo brasileño Leonardo Boff, si carecemos de utopías nos empanta- namos en los intereses individuales y nos mostramos incapaces de avanzar. Nuestra cárcel individual deriva en un sedentarismo deshumanizador que nos desconecta. Por tanto, el verdadero impedimento de la libertad humana es el individualismo en auge de nuestro tiempo: la era del «yo, mí, me, conmigo».Todos tenemos necesidades comunes, tales como la alimentación, pero la existencia de diferentes ambiciones en el resto de los estamentos de la pirámide (sociedad, reconocimiento y autorrealización) fracciona a las sociedades en grupos cerrados, a menudo de carácter dogmático e in- capaces de aspirar a los ideales de libertad y revolución. Nos hallamos inmersos en el fenómeno de la globalización, pero encontramos más barreras que nunca. La competitividad, junto a la incapacidad de diálogo y consenso, nos enfrentan unos a otros, haciéndonos incapaces de poner en marcha el vehículo revolucionario y dando lugar a un proceso de destrucción humanitario. Enunciamos en- tonces la sombría profecía de Hobbes, materializada en nuestra realidad: «el hombre es el lobo para el hombre». Sin embargo, no es tarde.Todavía estamos a tiempo de volver a sincronizar nuestros latidos para dar vida a una comunidad global. Solo hallaremos la libertad por medio de las utopías societarias y las revoluciones colectivas, basándose siempre en el diálogo, el altruismo, la empatía y el entendimiento. En tiempos de crisis, asegurémonos de seguir juntos a fin de derrumbar las barreras que nos separan y la dictadura dogmática a la que nos sometemos.Tengamos siempre presente que, aunque todos tengamos cucañas de diferentes colores y formas, somos humanos y compartimos un gran ideal de libertad por el que merece la pena darnos las manos de nuevo y actuar juntos: la felicidad. Jorge Maury-Verdugo Fernández IES Cabrera Pinto, San Cristóbal de la Laguna, Islas Canarias Uno de los recuerdos más tempranos que guardo son las visitas a mi abuela en su casa en la playa. Allí tenía un loro de mascota al que había cuidado desde que era joven, pero que vivía enjaulado. Mi ingenuo yo de cinco años se preguntaba si ese pájaro no

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