Olimpiadas filosóficas

147 • La mayoría de las revoluciones, una vez conseguidos sus objetivos, adoptan intencio- nes expansionistas y cazas de brujas, desvirtuando sus objetivos iniciales. • Los ideales revolucionarios son creados por individuos imperfectos, que pueden ter- minar perdiendo la moralidad y aprovechar el caos para instaurar su poder. En una revolución, un sector importante de la población se rebela contra situaciones que les perjudican, o porque sienten que no se les toma en cuenta. Bajo una revolu- ción, impera la ley marcial y muchas violaciones de los derechos humanos corren el riesgo de cometerse. Negarse a aceptar el gobierno legítimo, especialmente con violencia, es ilegal. La lega- lidad nos previene de hacer daño a la sociedad (por ejemplo, prohibiendo asesinatos, robos, etc.) y a nosotros mismos. Sin embargo, si un gobierno oprime a sus ciudadanos tiránicamente, según textos como la Declaración de Independencia de EE. UU., no tie- ne legitimidad. Reconocer que algunas ideas se pueden implantar violentamente implica o bien arries- garse a un cúmulo de acciones violentas que minen la estabilidad social, o bien coar- tar la libertad de expresión. Los valores más importantes son los derechos humanos, la legalidad y la satisfacción social, en ese orden.También están, más abajo, la legitimidad, la convivencia pacífica, y la libertad de opinión y expresión. Pese a que entiendo que la historia se ha formado a partir de cambios violentos, y mu- chos han sido beneficiosos (por ejemplo, la Revolución francesa), no comparto que las revoluciones sean algo positivo. La percepción de lo bueno suele variar de una persona a otra, e imponer esos cambios no es forma de arreglarlo. Es cierto, como decía Giuseppe de Lampedusa, que las revoluciones suelen tener un punto gatopardista. Cuando intentamos cambiar todo de una vez, solemos terminar centrándonos tanto en los pequeños detalles, como la pureza de la doctrina, que en realidad no cambiamos nada. Diez años después de la toma de la Bastilla, Francia seguía teniendo un gobierno autoritario, hambruna y falta de justicia, con millones de muertos por el camino.También hay que recordar que Robespierre y los suyos dicta- ron condenas a muerte por acciones realizadas legalmente. La legalidad nos permite sobrevivir como sociedad y gozar de sus beneficios. Cualquier ataque a ella supone eliminar sus fundamentos y hacerla caer, lo cual es incoherente, si pretendemos me- jorarla. Hay que admitir que hay causas dignas de elogio y gobiernos dignos de crítica, pero eso no es motivo para derrocarlos. La moralidad no es una ciencia exacta y, al expresar una idea con violencia, nos privamos de cualquier superioridad moral. Además, repri- mimos otras ideas que podrían ser mejores que las nuestras, por lo que hacemos flaco favor a los cambios positivos y radicales. También es digno de mención el argumento de que la vida y derechos de unos cuantos deben sacrificarse por un futuro mejor. La vida tiene un valor infinito, por lo que no es correcto sacrificarla por algo mejor impuesto obligatoriamente. Los derechos huma- nos son inviolables, por lo que no cabe justificar el atentar contra ellos. Además, no sabemos siquiera si la revolución triunfará y traerá algo de provecho. Solo sabemos cuánto nos va a dañar ahora. Es cierto que un gobierno puede ser represivo e ilegítimo. Para mi gusto, no es óbice para no someterse. Han de ser otros gobiernos los que resuelvan ese problema, no

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