Olimpiadas filosóficas
150 utopía, no hay cabida para cambio ni revolución alguna, porque todo posible problema está solucionado y todas las necesidades de los seres humanos, cubiertas. Esto demuestra que, dado que la utopía nunca va a ser obtenida y no es un objeti- vo real, no hay nada válido que pueda hacerse en su nombre para justificar injusticia alguna. La utopía debe ser un camino para que el ser humano sepa en qué dirección caminar, nunca un destino en sí mismo, ya que la evolución es algo continuo y, para adaptarnos a ella, el cambio, cuidado y pausado, es un factor imprescindible. Mi conclusión, tras argumentar las dos opciones que se nos dan, es que nada es blan- co o negro: si me viera obligada a tan solo optar por una opción, elegiría la que prima la vida y existencia humanas sobre todo lo demás. Y, de hecho, es mi elección. Pero me veo en la obligación de matizarla, y es que, si bien esto es cierto, la historia nos ha demostrado que la revolución no puede prosperar sin su toque violento −siempre bajo control, siempre en su justa medida−, por lo que estoy de acuerdo con el argumento con respecto al valor de la vida (pese a que podría considerarse iluso o, incluso, per- misivo en casos en los que las decisiones del individuo, cuya vida defiendo, hubieran causado algún tipo de daño a otro ser humano), no puedo respaldar por completo la visión de que los medios nunca pueden ser justificados por el fin. Considero que, en contadas y muy meditadas ocasiones, una acción moralmente reprobable puede resultar beneficiosa para el conjunto. A esto podría contraargu- mentarse que, si se permite una injusticia, es cuestión de tiempo que se permita otra, pero aun así yo considero que el ser humano, dotado de capacidad de raciocinio como está, tiene plenas facultades para disponer del derecho para realizar según qué acciones reprochables sin el riesgo de que esto desencadene una situación fue- ra de control. En definitiva, considero que debe preservarse siempre la integridad de todas las per- sonas sobre la posibilidad de un cambio positivo y radical, siempre con el matiz de que la capacidad de raciocinio del ser humano lo dota de la potestad para ejercer según qué acciones −muy contadas y meditadas− reprochables que se consideren necesa- rias para el bien común. TERCER PREMIO Raquel Sánchez Herrera St. Peter’s School, Barcelona, Cataluña Enumeración de opciones: • Sí, la revolución queda justificada totalmente en pos del bien común de la comuni- dad. • No, una revolución no puede ser justificada por un cambio que no es seguro, pues la vida es algo inviolable. • Hablar de revolución de manera general es algo imprudente, pues cada aconteci- miento debe ser mirado de forma individual a fin de justificarlo o no. Al fin y al cabo, las causas de cada revolución son brutalmente diferentes. Antes de justificar se debe analizar de manera individual.
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