Olimpiadas filosóficas

153 Revolución francesa, en el que se puede apreciar un recorte de libertades, además de la perversión de los ideales de la Ilustración (como la voluntad general de Rousseau) a causa de la gente ejecutada en nombre de la voluntad del pueblo. Pero entonces, si los revolucionarios franceses estuvieron inspirados por ideales de la Ilustración, defensores de la libertad y la razón, ¿cómo se llegaron a perpetrar tales actos en contra de sus propios principios? La respuesta se encuentra en que una masa de personas tiende a dejarse llevar por los sentimientos y, sobre todo, por la opinión de la mayoría, y si a eso le sumamos que los vacíos de poder son sitios excelentes para que proliferen los totalitarismos, nos encontramos con que la inestabilidad después de una revolución es un ambiente extremadamente volátil si el pueblo o la masa ca- rece de pensamiento crítico. Robespierre no hubiera sido nada sin sus seguidores. Sin el pensamiento crítico se crean burbujas ideológicas de pensamiento radical y dogmático, enemigas de cualquier revolución que quiera ser ética. Es muy común ver en estos regímenes postrevolucionarios de tendencias totalitarias la persecución de la disidencia, es decir, de la opinión propia. Aun así, ¿podríamos decir que la Revolución francesa fue un fracaso? No, nada más lejos de la realidad, pues significó la llegada de los sistemas liberales en contraposición al absolutismo imperante en Europa. La can- tidad de herencia política que la democracia contemporánea le debe a la Revolución es incalculable. Cuando hablamos de las muertes causadas por o durante la revolución hay que contrastarlas con las que potencialmente podrían haber ocurrido si esta no se hubiera llevado a cabo. El periodo de inestabilidad y caos es el precio a pagar por el progreso, aunque es el deber de los revolucionarios mitigar este periodo para que dure el menor tiempo posible. Así pues, ¿cómo sabemos si una revolución es válida y ética? Primero de todo, debe haber una proyección de una sociedad futura potencialmente más justa o libre, aunque esto es relativamente fácil de hacer, ya que solo requiere tener una teoría. Por lo que, para mí, lo más importante es que las personas involucradas, los revolucionarios, valo- ren y enseñen la autocrítica, para no caer en el pensamiento único.Además, deben tra- tar siempre de planificar para que el estado de inestabilidad sea el mínimo posible. Por último, la voluntad de revolución debe estar guiada por la voluntad del pueblo y no por la voluntad individual de uno o más revolucionarios.Yo, como individuo, puedo educar, dirigir o instigar la revolución, pero nunca puedo obligar a un pueblo a levantarse; ha de ser el sistema que, por sus injusticias, lo lleve a eso, no la mano del revolucionario. Estas serían las máximas de una revolución ética; obviamente, no se puede decir que la Revolución francesa cumpliera todas ellas, pero sí que, al menos, fue guiada al inicio por la voluntad general, por lo que, aun no pudiendo defenderla sin reservas, puedo afirmar que, aunque pudo haberse hecho mejor, esta y otras revoluciones fueron bene- ficiosas para la sociedad como un todo. Pilar Corominas Eiras IES Eusebio Da Guarda, A Coruña, Galicia Opciones a la solución del dilema: • La primera opción como solución al dilema sería llevar a cabo la revolución, sopesan- do persecuciones y otros actos contra las personas.A los persecutores no les podría

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