Olimpiadas filosóficas

161 Después de haber hablado un poco sobre cada una de las opciones, ahora toca hablar sobre los valores que se encuentran en juego en este dilema y que acabarán por deci- dir de qué lado se decanta la balanza. El primero es el bien común, es decir, el individuo vale menos que la colectividad y este será el valor decisivo a la hora de dar la solución. El siguiente sería la vida humana, cuya importancia considero capital y solo secundaria respecto al bien común. Después estaría la libertad, el derecho de todo ser humano a elegir libremente.Y la lealtad: seguir hasta el final a la revolución. Ahora comienza la parte final de este dilema, la solución, en la que expondré ambas posturas y explicaré cuál es superior y por qué. La opción por la que yo me decanto es, sin duda alguna, la primera: sí, la revolución merece la pena, y, para explicarlo mejor, tomaré la Revolución francesa como ejemplo. La decisión en realidad gira en torno a una sola pregunta y una vez la has encontrado, este dilema se hace mucho más fácil. La pregunta es ¿merece la pena el cambio? Para responderla hay que fijarse en dos cosas: las condiciones previas a la revolución y las posteriores. En la Revolución fran- cesa, las condiciones previas eran deplorables para la gran mayoría y las posteriores, aunque no perfectas, claramente mejores. Esto quiere decir que sí mereció la pena, pero no todas triunfan como esta, ¿no? Es verdad, no todas, pero las que triunfan siem- pre traen un cambio que beneficia a la mayoría, es decir, al bien común. No obstante, todavía quedan preguntas sin resolver como la muerte de los inocentes, ya que esto rompe los valores de la vida humana, la libertad y la lealtad. Esto es verdad y sin duda es un gran problema, sin embargo, las revoluciones solo ocurren cuando las condicio- nes son realmente malas. En la Revolución francesa, la gran mayoría sufría y moría de hambre y se la privaba de todos sus valores: el bien común (eran la mayoría), la vida (morían), la libertad (no había educación) y la lealtad (eran inocentes). Es decir, solo cuando el país está en lo peor ocurre una revolución, y, por ello, la revolución solo pue- de crear cambios para mejor, por lo que merece la pena. En conclusión, la revolución sí justifica las muertes que pudieran producirse, o, en otras palabras, el fin sí justifica los medios. Carolyn Nero Guzmán IES Peñaranda, Peñaranda de Bracamonte, Castilla y León Este texto relata lo sucedido en la Revolución francesa, en la cual el pueblo se dividió en dos opiniones a la hora de decidir qué hacer con el rey, Luis XVI. La primera opción, guillotinarlo por sus crímenes, condenado así al mismo castigo al que él había mandado a muchas personas inocentes.Y la segunda opción, desterrarlo del país, castigándolo de una manera dura, pero, ante todo, salvando su vida. De esta forma, cuando se decidió su ejecución, para aquellos que no querían matarlo se presentó un dilema: ¿es superior el valor de la vida de unos inocentes al avance colectivo de una población? Es decir, ¿mere- ce la pena sacrificar tanto a culpables como inocentes para poder iniciar una revolución que permita la posibilidad de lograr un avance colectivo positivo? Es cierto que se debe respetar el valor de la vida, dado que, si no, la humanidad no habría llegado hasta su actual estado de confort, incluso estaríamos vulnerando todos los avances que se han hecho. Es decir, ignoraríamos cosas que son superiores a la or- ganización de un Estado, como es la Declaración Universal de los Derechos Humanos,

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