Olimpiadas filosóficas

162 momento en el que la gran mayoría de los países se unió y se puso de acuerdo para crear una serie de limitaciones que permitiesen respetar la vida y los derechos de las personas que viven en los países que decidieron adoptar esas normas. Pero siendo realista, a lo largo de la historia, en todas las revoluciones de las que tene- mos constancia murieron culpables e inocentes para llegar a la posibilidad de un cam- bio positivo para muchos o para tan solo unos pocos. Por ejemplo, tras la revolución pacífica de Mahatma Gandhi él mismo murió violentamente, a pesar de ser uno de los mayores defensores de la no violencia. Es por ello que, en mi humilde opinión, pienso que es casi imposible llevar a cabo una revolución en la que no muera gente inocente, y no por ello el bien obtenido al final pierde valor o tiende a ser menos bien. Simplemente, como dice un dicho popular, siempre que se hace una tortilla se rompen unos cuantos huevos. Podríamos intentar buscar un término en el que se crease una revolución utópica, es decir, perfecta, en la que no hubiera daños colaterales, pero entonces no creo que se tomase en serio a estos revolucionarios; serían más bien un grupo numeroso de ma- nifestantes que persiguen una idea demasiado bonita de lo que podría ser la realidad. También hemos de tener en cuenta que una parte importante en las revoluciones es el momento en el que se miden las fuerzas, la lucha entre el modelo actual y el mo- delo revolucionario, es decir, el modelo que quiere ser impuesto tras la revolución.Y, en esto, una de las cosas que más morbo proporciona es la muerte; es cierto, suena macabro, pero, cuando vemos una noticia en la que se cuenta un asesinato o un suici- dio o algo que coquetea con los peligros que podrían llevar a la muerte, nos sentimos más atraídos que cuando nos relatan que se ha abierto un nuevo parque infantil. Es también este un motivo por el que la muerte en una revolución es una forma de lla- mar la atención, una forma de decir, ¡Ey! ¡Miren lo que está pasando aquí! Entonces, irremediablemente, se reciben miradas y focos, y ambos lados, o solo uno, consiguen patrocinadores que ayuden a desequilibrar hacia un lado u otro la balanza. A la hora de determinar quién es más fuerte, quién gana, es decir, al elegir entre lo tradicional o lo nuevo revolucionario, la muerte de unos pocos inocentes pierde relevancia en un asunto mayor como es una revolución. Y es por ello que, aunque parezca atroz, es­ un pequeño detalle sin importancia la muerte de unos pocos en beneficio de muchos. Con respecto a esto, el ser humano se ha preguntado siempre: ¿qué nos puede acer- car más a nuestro sueño por alcanzar una utopía, lo tradicional o lo revolucionario?Y esto lleva a la confusión.Y para conseguir el cambio, ¿vale la pena perderlo todo? Pero pienso, como ya dije al comienzo con otras palabras, que merece la pena arriesgarlo todo para alcanzar lo que queremos. Carmen Pareja Suárez IES Gerardo Diego, Madrid, Comunidad de Madrid Tenemos ante nosotros un dilema en el que se nos propone elegir entre una revolución que podría acabar con miles de muertos o continuar sin alzarse y así asegurarnos de preservar la integridad de todas las personas.Antes de comenzar a argumentar a favor o en contra de estas opciones, voy a plantear algunas más.

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