Olimpiadas filosóficas
163 En el caso de querer cambiar nuestra situación actual, o de no estar conformes con alguna ley o medida que se esté llevando a cabo, podemos optar por una revolución en toda su magnitud y con las consecuencias que esta conlleva, o también podemos hacer presión mediante manifestaciones, convocatorias para realizar votaciones y otra serie de actos que muestren nuestro descontento. Otra posibilidad sería negarse a realizar determinadas acciones apelando a la objeción de conciencia. Si, por el contrario, esta- mos conformes con las reglas impuestas, entonces simplemente nos acomodaremos y dejaremos transcurrir el tiempo. Pues bien, una vez todas las opciones están claras, comenzaré a argumentar cada una de ellas. En primer lugar, el hecho de no conformarse con lo que nos ha tocado vivir y el esfor- zarse para mejorar el ambiente que nos rodea, ya sea en mayor o menor magnitud, siempre es algo positivo, pues quiere decir que no tenemos miedo a luchar por nues- tros derechos y aquello que nos corresponde. Pero siempre que iniciamos procesos de cambio con manifestaciones, convocatorias para votaciones y demás acciones, debe- mos tomar precauciones, porque lo que empieza de forma pacífica puede radicalizar- se de un momento a otro y desencadenar terribles acontecimientos, como muertes y destrucción. Cuando esto pasa, un grupo impera sobre otro y acaba por hacer aquello contra lo que empezó luchando. Si somos capaces de contenernos y de no llevar las ideas a un extremo, hemos de tener en cuenta la ley. Esta determina los actos que podemos llevar a cabo y los que no, por lo que, aunque todo sea de forma pacífica, nos habremos de atener a las con- secuencias.Y este es precisamente el caso de hacer votaciones por libre (lo cual está penado) y de realizar la objeción de conciencia, que a fin de cuentas es algo que nos hemos creído con el derecho de decidir por nuestra propia cuenta. Cuando estamos conformes con nuestra situación y no pretendemos cambiar nada, ya sea por falta de ganas o por miedo, a pesar de ser respetable, significa que el futuro de nuestro país, nuestro futuro, no estará en nuestras manos y no habrá nadie a quien reprochárselo si no estamos de acuerdo, pues en el momento de la verdad no fuimos capaces de dar la cara. Finalmente, antes de tomar una decisión definitiva, voy a analizar los valores en juego. Al alzarnos contra el poder para cambiar aquello que no queremos, mostramos valen- tía, coraje, nos atenemos a las consecuencias de lo que pueda pasar y eso requiere responsabilidad y control para no acabar en caos. Pero hay formas y formas de oponerse, están los inconscientes que solo buscan el final, la meta, y que les da igual cómo recorrer el camino, pero una buena revolución requiere ser precavido, quitarle razones al enemigo para atacarnos y sobre todo para no acabar siendo lo que hemos estado evitando. Y lo más importante es no llegar al extremismo, no pretender superioridad unos sobre otros y no convertirnos en tiranos.También está el tema de lo legal y lo legítimo. ¿Vale la pena arriesgar la vida de inocentes para mejorar la situación? Para mí prima más la vida de alguien que la libertad que podamos conseguir. Si no actuamos por miedo, somos unos cobardes, continuaremos siendo reprimidos y permaneceremos incómodos solo por el miedo a ¿y si pasa esto?, ¿y si pasa lo otro? Si simplemente no hacemos nada porque nos encontramos a gusto, entonces perfecto, pero, si lo hacemos por vaguería, somos unos conformistas y mostramos pasotismo, y desde luego no tenemos el derecho de quejarnos en el futuro. Creo que tiene prioridad el ser valiente y no acobardarse o conformarse, pero, por encima de ello, está el respe- to, la precaución y la responsabilidad de los actos de cada uno.
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