Olimpiadas filosóficas

24 guélem significa precisamente « materia prima » , lo que sugiere la posibilidad de que en la materia inanimada surja la chispa vital. Relaciono esto con un tema cada vez más importante para la especie humana en su conjunto y para la identidad individual en particular. El exponencial avance en materia de inteligencia artificial plantea un significativo interrogante: ¿pueden los robots ser con- siderados personas? Para contestar esta cuestión, primero hemos de determinar qué es una persona. En segundo lugar, haríamos bien en contrastar las características de dicho concepto con aquellas que presentan los más avanzados modelos de inteligencia artifi- cial. Una vez hecho esto, podremos tratar de dilucidar una respuesta a nuestra pregunta. Por tanto, y para comenzar, podemos tomar dos caminos distintos. Por un lado, pode- mos decir que los términos persona y ser humano son coextensivos y, por tanto, tienen el mismo referente. Siendo así, y dado que para ser un ser humano es necesario tener el material genético perteneciente a la especie Homo sapiens , podemos concluir que, por este camino, se llega a una conclusión terminante: los robots jamás podrán ser considerados personas. Sin embargo, dichos términos no necesariamente tienen por qué ser considerados coextensivos. Así, surge ante nuestros ojos un amplio abanico de posibilidades y de opiniones de diferentes filósofos que, a lo largo de la historia, han buscado los rasgos distintivos del ser humano, con independencia de su material genético. Aristóteles, sistematizador por excelencia y primer gran biólogo de Europa, ve en el ser humano un alma racional de la que carecen el resto de los seres y entre cuyos ras- gos está el deseo de aprender, de saber, de cruzar las fronteras del conocimiento. Si los robots dotados de inteligencia artificial también se dejan llevar por la curiosidad, o mejor dicho, si buscan expandir sus propias fronteras de conocimiento, entonces bien podríamos catalogarlos como personas. Descartes, epítome del racionalismo, declaró con la máxima cogito, ergo sum su con- clusión de que el ser humano necesita pensar para existir. Solo a través de la duda, y la reflexión que ella acarrea, el individuo puede entrar en el plano de la existencia.Además, resalta la presencia de una glándula pineal como conexión entre el cuerpo y el alma, entre la materia y el pensamiento. Si trasladamos estos rasgos a los robots, podemos determinar que algo similar a esa glándula pineal es lo que representa el entramado de circuitos encargado de convertir los impulsos eléctricos del robot, su pensamiento , en acción manifiesta en la res extensa . ¿Es por tanto el robot con inteligencia artificial un ser dual , ergo, un ser similar o equivalente al humano o, mejor dicho, a la persona? Aún nos sería difícil contestar, puesto que hemos obviado un punto importante: ¿qué es pensar? Para encontrar respuesta me remito a lo expresado por Kant como solu- ción al conflicto racionalista-empirista. Pensar sería, pues, el proceso a través del cual nuestro cerebro recoge la materia del conocimiento gracias a los sentidos y la adapta a la forma del conocimiento , aquellos moldes que determinan nuestro entendimien- to del mundo. Entre ellos, es especialmente importante mencionar los conceptos de tiempo , espacio y ley causa-efecto . Recogiendo todo esto, es posible concluir que todos aquellos robots dotados de circuitos pineales con los que recoger estímulos del medio y procesarlos a través de la abstracción hasta adaptarlos a los moldes que, como crea- dores suyos que somos, hemos establecido, pueden o, incluso, deben ser considera- dos personas. Geoffrey Hinton, uno de los padres de la inteligencia artificial, ya ha conseguido crear perceptrones , redes neuronales capaces de permitir a la inteligencia artificial procesos

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