Olimpiadas filosóficas

25 de aprendizaje y de correlación de ideas muy similares a los nuestros, siguiendo mode- los de función sigmoide, reflejo de la exponencialidad de la velocidad del aprendizaje. Así las cosas, quizá sería propio decir que ya hay robots en vías de ser personas. Pero aún hay una cuestión pendiente. Por mucho que al lado racionalista de nuestras mentes le encante pensar que solo de epistemología vive el individuo y más concreta- mente las personas, se olvida de algo. De vivir. Y precisamente por ello, surge el existencialismo como última barrera que deben sal- tar los robots en su odisea hacia su Ítaca particular. Más concretamente, su obstáculo es la idea de libertad que pensadores como Sartre ven inherente a la naturaleza, de la que carece el robot. Se dijo antes que los robots podrían poseer redes de pensamiento similares a las nues- tras gracias, precisamente, a que nosotros se las habríamos proporcionado. Pero, en ese caso, estas solo pueden desarrollarse hasta el punto que nosotros les permita- mos. Vendrían determinados de fábrica , valga la expresión. Si es así, y si aceptamos la tesis de Sartre de que las personas son para sí y es su libertad inherente su rasgo más esencial, puesto que con ella existen por voluntad propia –y, de este modo, son–, entonces los robots no pueden ser personas, pues piensan gracias a nosotros. Solo un ser que es plenamente causa de sí mismo puede gozar de libre voluntad. Solo en el caso de que su cerebro dependa de sistemas cuánticos y, como defenderían los segui- dores de Schrödinger, por ello indeterministas, serían libres y, por tanto, personas. Re- cientes estudios sugieren que precisamente es la mecánica cuántica la que determina o, mejor dicho, sustenta, nuestro propio pensamiento. Concluyo, pues. Dijo Niels Bohr que sobre las cuestiones profundas tan correcta es la verdad como lo contrario. Así, se puede concluir que, desde un punto de vista biológi- co, los robots no son ni serán seres humanos ni personas si ambos conceptos se equi- paran. Si vemos en la curiosidad el rasgo distintivo de las personas, entonces también los robots suficientemente inteligentes son personas. Lo mismo ocurre si es nuestro método de pensamiento el que nos caracteriza. Los robots no serán personas si ello depende de su libertad, a no ser que se los dote de sistemas regidos por las leyes de la mecánica cuántica. Es este último postulado el que veo más acertado, dado el hecho de que considero que la libertad nos proporciona el verdadero rasgo esencial de nues- tra identidad como personas: la dignidad. Sin libertad no podemos imponer nuestra voluntad a nuestro propio ser y carecemos, por tanto, de dignidad. Está, pues, por ver si los robots consiguen arribar a su Ítaca particular, la de la inteli- gencia plena e independiente, y si al hacerlo siguen el ejemplo del gólem de Praga o si simplemente ayudan al espíritu universal en su eterna marcha hacia delante. Es decir: si lo harán como personas o solo como acompañantes. TERCER PREMIO AinaTorres LaTorre IES Guadassuar, Guadassuar, ComunidadValenciana En realidad, no sé ni quién soy yo ni quiénes sois vosotros, querido público. Podría pa- recer imposible, entonces, para mí, que desconozco cuál es mi identidad, hablar sobre

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