Olimpiadas filosóficas

29 Sin embargo, con tanta innovación surge una duda: ¿dónde está la línea que nos sepa- ra a nosotros como seres humanos de nuestras creaciones y nuestra tecnología? Desde la invención de internet, cada vez más población es capaz de comunicarse de forma libre e inmediata. Cada día se crean nuevos perfiles que tratan de representar e identificar a un ser humano. ¿Lo consiguen? La respuesta no es tan sencilla como sí o no. Si definimos a un ser humano únicamente como ser biológico es casi imposi- ble que las redes sean capaces de representarle. Sin embargo, cuando hablamos de conciencia o personalidad, sí son capaces de cumplir ese cometido. En el perfil de un usuario podemos encontrar cuál es su comida preferida, quien fue su última novia… Desgraciadamente, aún queda un factor que no hemos tomado en cuenta, y que es capaz de desmontar cualquier intento de identificación a través de las redes: el anoni- mato. Lo que nosotros investigamos o vemos dentro de internet es la identidad virtual del ser humano, que puede o no ser igual a su identidad real. A no ser que consigamos establecer contacto con ese individuo en el mundo físico, nos será muy difícil, por no decir imposible, comprobar su identidad.Ya quedamos difuminados a través de la pan- talla. La desconfianza que incorpora el anonimato hace que sea inviable el identificar a alguien por su perfil. Podríamos concluir con pena: «Al menos sabemos que son humanos». No obstante, esa afirmación ya ni siquiera es válida. Han aparecido unas nuevas iden- tidades dentro de las redes que se mimetizan entre nosotros y son capaces de imitar, e incluso mejorar, nuestra humanidad: los robots. A pesar de que muchos se dedican solo a la administración, dentro de las redes sociales encontramos una variante de estas máquinas, los socialbots , que tienen como finalidad el hacerse pasar por huma- nos, normalmente persiguiendo fines lucrativos. Es cierto que, en la actualidad, al es- tar su tecnología muy poco avanzada, resulta sencillo identificarlos. Sin embargo, no siempre es así: muchas veces cuentas dirigidas por bots han llegado a superar los 100 seguidores enTwitter (más de los que tienen el 50% del resto de usuarios). El peligro aparece cuando comprobamos que desde las redes se puede influenciar el mundo físico. Un ejemplo claro de esto son los influencers , seres humanos que a tra- vés de las redes consiguen que, por ejemplo, un gran número de personas compre un determinado producto. Así pues, ¿dónde queda la línea entre persona, entre ser humano, y su tecnología en internet? En mi opinión desaparece. Puede que ahora mismo este peligro no sea real, ya que, al final, los robots siguen siendo creaciones de un ser humano, y su personali- dad y comportamiento podrían ser parecidos a los de su creador. Pero es una realidad que estas máquinas son cada vez más independientes, y podría llegar un momento en el que lograran incluso tener ideas, pensamientos, conciencia. En poco tiempo ve- remos Robot en un estado actual de Facebook, como señal de quien realmente está dirigiendo ese perfil. Por último, nos encontramos con hipótesis que nos plantean que la línea entre noso- tros y nuestras creaciones desapareció hace mucho tiempo: la realidad simulada y la idea del cerebro en una cubeta. Ambas plantean cómo la tecnología llegó o podría lle- gar a tal punto que los seres humanos estaríamos en fusión con las herramientas que creamos, y no podríamos separar al Homo sapiens de la tecnología que ha construido. Dentro de estas supuestas realidades pasaría como en las redes: conviviríamos en el

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