Olimpiadas filosóficas

30 mundo con robots, con inteligencias artificiales. De hecho, nosotros seríamos los bots dentro de una red inmensa que sería el universo. El rápido avance de las tecnologías promete cambiar nuestra forma de vivir: casas in- teligentes, coches automáticos, etc. La humanidad cada vez depende más de la cons- tante innovación para encontrarse a gusto en el mundo que habita. Nos volvemos es- clavos de algo que podría independizarse de nosotros y dejarnos tan vulnerables como un conejo ante una rapaz. Muchos protestan: «¡Somos personas, no somos robots!».Y yo les respondo: «Quizá no falta mucho para serlo». Lucy Barton Betés IES MedinaAlbaida, Zaragoza, Aragón En las últimas décadas, el desarrollo de la tecnología y la investigación sobre el fun- cionamiento del cuerpo y la mente humanos han estrechado la distinción entre uno y otra. Empezando por el cuerpo, los estudios científicos han demostrado que nuestro fun- cionamiento es similar al de entes mecánicos: nuestros cuerpos están diseñados para responder automáticamente a una serie de necesidades, impulsos y mensajes. Por ejemplo, nuestros tejidos se reparan automáticamente al ser dañados; cuando no te- nemos nutrientes sentimos hambre y nuestros sentidos responden a información del exterior, como cuando cerramos los ojos ante una luz fuerte. Así, si podemos decir que nuestro cuerpo tiene muchos funcionamientos mecánicos, nuestra mente, a su vez, también los tiene en el terreno de las emociones. Aunque sea una característica que se considera típicamente humana , los sentimientos guardan gran parecido con el funcionamiento maquinístico. Las emociones son respuestas anímicas a información que nuestro cerebro recibe. Así, estados como el miedo o el enfado son respuestas a estímulos. Cuando sentimos miedo, no es otra cosa que una respuesta automática del cerebro a una amenaza; tiene el propósito de hacernos huir o que intentemos protegernos. Cuando sentimos enfado, a menudo se trata igualmente de una respuesta anímica, esta vez agresiva, a algo que nos amenaza. La razón de estas respuestas no es otra que la de sobrevivir; un mandato impuesto naturalmente a los seres vivos, pero un mandato, de todas formas. Aparte de emociones y respuestas corporales, hay otro componente que nos define y forma mecánicamente: el ADN. En él va tanto la información para ejecutar estas res- puestas naturales como las características con las que nace cada individuo. Así pues, el ADN es una especie de programador natural que, de forma automática o mecánica, nos instala comportamientos predeterminados. Y no solo eso, sino que define características físicas y psíquicas en las personas, como el informático que programa comportamientos en un cíborg o el diseñador que le da forma y color. Mientras nuestra existencia parece más robótica, los robots han avanzado para imitar comportamientos considerados humanos. En Japón se han construido prototipos de cíborg capaces de mantener una conversación; existen también robots que componen música o pintan cuadros, y lectores faciales que interpretan emociones. Su funciona-

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