Olimpiadas filosóficas

39 por muy parecido que sea el exterior, nadie podrá inventar nunca una tecnología capaz de copiar la identidad humana, la rebelde, curiosa e insaciable identidad humana. A lo largo de la historia, el ser humano ha ido buscando o inventando un ser superior al que adorar y al que aspirar: un dios, un héroe, una idea, una revolución o, actualmente, la tecnología. Los humanos aspiran a las máquinas por su perfección, olvidando a menudo que han sido creadas por ellos mismos. ¿No es acaso una hermosa paradoja? El humano imperfecto aspira a ser un proyecto creado por imperfectos. Nosotros, los humanos, no somos perfectos, pero es ahí, en nuestras diferencias, donde reside nuestra fuerza y es en nuestro pensamiento donde aparece nuestra identidad.Todos somos cadenas combi- nadas deADN, una masa muscular movida por impulsos eléctricos, y nuestra existencia nace de la casualidad. Pero con el paso del tiempo nos forjamos, tomamos decisiones que nos marcan y vivimos experiencias que nos definen, y que dan como resultado una identidad única que nos diferencia entre nosotros, pero que nos integra en la humanidad. Nunca podrá igualarnos una máquina; por complejas que parezcan, las máquinas no lo son ni la mitad de lo que somos nosotros. No se puede negar la importancia de las máquinas, ya que en demasiadas ocasiones han demostrado ser imprescindibles en la vida humana. Fijemos, si no, nuestra aten- ción en la medicina: millones de vidas han sido salvadas gracias a la eficiencia de las máquinas; millares de seres humanos que han podido rehacer su vida después de un traumático accidente. Sería de necios negar su importancia, pero también lo sería afir- mar que una máquina podrá sustituir nuestra perfecta imperfección. Necesitamos recordar el valor de la identidad humana, recordar nuestro papel en la sociedad y ser conscientes de la infinita belleza que esconde nuestro pensamiento. No niego que el avance tecnológico sea imprescindible, pero reafirmo la importancia de la presencia humana en él. María Gallardo Urbón IESValle del Saja, Cabezón de la Sal, Cantabria 1982. Se estrena Blade Runner , una película de ciencia ficción dirigida por el director Ridley Scott. Sus escenas, certeros aguijonazos sobre todo aquello a lo que nos po- drían conducir las nuevas tecnologías. Muestra lo que podría ser un futuro en el que se fabrican robots «más humanos que los propios humanos». Robots físicamente idénti- cos a nosotros con la capacidad, incluso, de desarrollar emociones. ¿Qué nos diferen- cia, entonces, de esta generación de máquinas inteligentes? Los seres humanosnos planteamos una serie de preguntas existenciales, cuyo valor es esencial en el proceso de conformación de nuestra identidad. Kant las resume en las tres cuestiones siguien- tes: ¿qué puedo saber?, ¿qué me cabe esperar?, ¿qué debo hacer? Nuestros hipoté- ticos cíborgs no tendrían ningún problema en contestar a las dos primeras. Pero ¿y la tercera? ¿constarán de moral las máquinas?Y, en el caso de que la tengan, ¿serían capaces de usarla para contestar a esa pregunta? Bajo mi inexperta opinión, no veo tan fácil llegar a una conclusión en este aspecto. Me permito volver a citar a Kant. Según el filósofo, todos los seres humanos tienen una moral, por tanto, si pudiéramos calificar a esos robots tan similares a nosotros como personas, como nuestros iguales, o, por el contrario, descalificarlos, habríamos re-

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