Olimpiadas filosóficas

44 de siempre y, además, ahora hay que prestar atención a las grandes cuestiones re- lacionadas con el devenir tecnológico. Aún tenemos dudas cuando nos preguntamos qué somos y, sin embargo, queremos tener claro el futuro acerca de los avances de una nueva especie que aún no se ha creado. Aprovechando que este nuevo mundo no está completamente desarrollado, debemos intentar encontrar un punto de equilibrio entre las dos posturas mencionadas anteriormente. Un punto recubierto con una fina capa de optimismo tecnológico que nos permita establecer un rumbo seguro para el desarrollo de esta nueva sociedad.Y se nos acaba el tiempo. Este avance abrumador ha conseguido que crezca una nueva rama en el árbol de la filosofía: la filosofía de la tecnología, que se encarga de analizar la naturaleza, las con- diciones y el alcance de estos avances. No sé cuándo llegará ese futuro, pero presien- to que va a ser dentro de poco. Sé que lo veremos.Tenemos ante nosotros uno de los capítulos más apasionantes de la historia de la humanidad: la historia del siglo xxi . Es- pero que podamos estar a la altura de los retos que se nos presentan junto con estos grandes cambios, bien como humanos, bien como posthumanos. Parece que sí hay más actualizaciones disponibles y el anuncio de Humanity 2.0 está cada vez más cerca. Hay que prepararse para una nueva partida. Por suerte, de intentar descifrar este caos lleno de preguntas se encarga mi «última flor»: la única esperanza posible que aparece justo cuando todo parece perdido. Ustedes la conocen bien, se trata de la filosofía. Ainara Greciano Martín Col·legi La Salle, Girona, Cataluña ¿Cambiará la tecnología la identidad humana? Si le planteásemos la pregunta a un niño, este contestará que sí. No sería de extrañar que por su cabeza pasaran imágenes de todos los superhéroes habidos y por haber: «En el futuro los seres humanos sere- mos Superman, Spiderman, Batman…», respondería. Por el contrario, si le formuláse- mos la misma pregunta a una persona que haya vivido más años –mi abuelo, por poner un ejemplo– esta respondería con un rotundo «no», y trataría de convencernos de que, en su época, el ser humano no estaba tan íntimamente ligado a la tecnología como en la actualidad. En definitiva, insistiría en que nuestra especie nunca se verá alterada por la tecnología, ya que no forma parte de nosotros, y podríamos prescindir de mu- chas de las cosas que nos aporta. No obstante, mi opinión no es ni tan surrealista, ni tan retrógrada. La evolución forma parte del ser humano, es una pieza clave de nuestra identidad como especie. Desde el Australopithecus hasta el Homo sapiens hemos sido capaces de mejorar nuestra calidad de vida, de mejorar nuestro entorno. Llegados a este punto, nos hallamos en un vértice del cambio; si bien hemos utilizado la tecnología disponible para mejorar nuestra calidad de vida, nuestro entorno, nuestra sociedad…, no lo hemos mejorado todo. ¿Cuál es el siguiente paso de la evolución humana? Los transhumanistas postulan la necesidad de un cambio en nuestra identidad, a partir de la modificación y mejora genética de nuestras capacidades tanto físicas como cog- nitivas. Actualmente tenemos la tecnología necesaria para hacerlo posible, gozamos de un gran dominio de campos como la ingeniería, la medicina, la biología, la anatomía,

RkJQdWJsaXNoZXIy OTA4MjI=