Olimpiadas filosóficas

58 se defendía que la única forma de demostrar si una máquina realmente pensaba era ser la propia máquina. Es evidente que la fundamentación de tal argumento era ciertamente insuficiente. El problema surgía cuando se era consciente de que la única forma de de- terminar si una persona realmente piensa es ser la propia persona, al igual que ocurre con los robots. Por consiguiente, si este problema es obviado entre personas, también debería serlo con los robots. Una vez llegado a este punto y aceptado que los autómatas tuvieran la capacidad de desarrollar pensamiento, ¿sería ya suficiente para considerarlos personas? A pesar de poder serlo para muchos, me veo en la necesidad de ir un paso más allá. Para que estos robots pudiesen ser juzgados por las mismas leyes que las personas, y otorgarles los mismos derechos, sería necesario que estos tuviesen conciencia, tanto de sí mismos como de su entorno. Una conciencia que les permitiese distinguir el bien del mal, que les proporcionase una vida interior, un reinomental en el que pudiesen sentir tan- to felicidad como sufrimiento. Esta parece ser la última barrera que la tecnología debería superar, y que, hasta ese entonces, distanciará a los robots del concepto de persona . Sin embargo, aparentemente no estamos tan lejos de lograrlo. Hace 70 000 años, la revolución cognitiva transformó la mente de los Homo sapiens , con lo que un simio africano se convirtió en el dueño del mundo. Esta revolución fue el resultado de unos pocos cambios en el ADN de nuestros antepasados y de una leve reconexión de su cerebro. Si es así, quizá unas pocas modificaciones adicionales en nuestro genoma y otra reconexión de nuestro cerebro bastarán para poner en marcha una segunda revo- lución cognitiva. Se llegará de esta manera al concepto de Homo deus que plantea el escritorYuval Noah Harari: un modelo humano muy superior, un androide que conser- vará algunos rasgos humanos esenciales, pero también gozará de capacidades físicas y mentales mejoradas que le permitirán seguir siendo autónomo incluso frente a los algoritmos no conscientes más sofisticados. Sería entonces necesaria la creación de un nuevo concepto que permitiese referirse a estos robots como personas automáticas o electrónicas . Aunque no estemos absoluta- mente seguros de su conciencia, se les debería otorgar una serie de deberes con las personas orientados a favorecer a los propios humanos, así como la instalación de un interruptor de emergencia que permitiese apagarlos en el caso de que fuese necesa- rio, o bien programar la prohibición de dañar a los humanos. Vemos que, al igual que Harry Potter se prepara y lucha contraVoldemort consiguiendo mantenerlo controlado, nosotros debemos sobreponernos al miedo que la automatiza- ción nos produce, aceptar las consecuencias de nuestro anhelo de eternidad, utilizar la tecnología en nuestro beneficio y elaborar leyes que se adapten al desarrollo de los robots, incluso instruirlos como se haría con una persona. Pues quién sabe si algún día los humanos pereceremos y los robots que hemos creado sobrevivirán, en la búsqueda de una consciencia plena que les permita ser personas. Pablo Miguel Pérez Ferreiro Colexio La Salle, Santiago de Compostela, Galicia Las nuevas tecnologías son, obviamente, un elemento crucial en el desarrollo humano. Gracias a la ciencia y al desarrollo tecnológico, el ser humano ha alcanzado grandes

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