Olimpiadas filosóficas

59 cosas, pero también se ha topado con problemas. Problemas realmente desafiantes, ya que, como sus causas, nos resultan completamente novedosos. Uno de esos proble- mas es el de la identidad humana, que constituye un tema de actualidad muy complejo de resolver. En primer lugar, deberíamos definir la identidad en sí, pudiendo hacerlo (de modo sen- cillo) así: identidad es «todo aquel conjunto de aspectos que hacen único a un ser o colectivo». Ajustándonos más al género humano, podríamos seguir los razonamientos de John Locke, para el que nuestra identidad se deriva de la conciencia, es decir, de nuestra capacidad de distinguirnos a nosotros mismos, en pasado, presente y futuro. Podemos completar nuestra definición con una idea de Boecio, quien decía que cada ser humano es diferente debido a que nuestra racionalidad y conciencia son únicas. Ahora entran en juego las tecnologías. Podemos distinguir varios campos en los que estas interfieren con nuestra noción de identidad, siendo destacables los siguientes: la identidad de las máquinas, la identidad humana en los mundos virtuales y la identi- dad en contraposición a la evolución que propicia la tecnología. Comenzaremos por el principio y trataremos de establecer la identidad de una máquina. La cuestión principal es clara: ¿llegado el caso, tendremos que tratar a los robots como seres humanos? En primer lugar, diré que mi respuesta es afirmativa, pero con reticencias. Si bien es válido considerar al ser humano como una criatura dual mente-cuerpo, yo opino que en el contexto de la identidad solo es necesaria la mente. En ella se alojan los elementos que nos conforman y nos hacen únicos, las memorias y nuestra forma de afrontar nue- vos problemas (los dos aspectos del pensamiento según Dewey). Por lo tanto, si en un futuro llegásemos al punto de desarrollo en el que pudiésemos crear un robot capaz de pensar como un humano, no veo el inconveniente en conside- rar humana su identidad. El órgano, cuerpo, chasis o, en general, soporte vital no es relevante, lo que importa es la vida, los recuerdos, que soporta. Hablando ahora de la identidad humana en redes, debo decir que la influencia de in- ternet en los humanos, en lo tocante a identidad y carácter personal, me parece muy nociva. Es un hecho que las redes sociales −las webs más populares del momen- to− permiten a los usuarios cambiar por completo sus vidas, manipulando de forma inmediata y difícil de detectar tanto sus recuerdos como su personalidad. En la red, seguimos siendo únicos, pero lo somos en una piel que no nos pertenece. Al ofrecer una vía para modificar de forma sencilla lo que no nos gusta de nosotros mismos, las redes consiguen que muchas personas acaben viviendo una realidad distorsionada, más preocupados de dar una buena imagen, y de hacer creer que disfrutan su vida, que de vivirla realmente, por lo que considero las nuevas tecnologías negativas en lo que a esto respecta. Como tercer tema hablaremos de la evolución tecnológica y su influencia en nuestra identidad. Con evolución tecnológica me refiero a los cambios en el cuerpo humano producidos por nuevos descubrimientos, véanse cíborgs totales o parciales como un ejemplo extremo, o chips para conocer la localización como uno más moderado (y no- civo). Creo que esta problemática es muy similar a la primera, aunque con matices. Si el cíborg que se creara no cambiase los espectros de pensamiento de la persona, o si los implantes que se colocasen no nos limitaran en nuestras características o digni- dad, dudo mucho que la influencia que este tipo de evolución pudiese tener en nuestra identidad fuese a ser apreciable. Así que, en síntesis, creo que las nuevas tecnologías

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