Olimpiadas filosóficas

60 no deberían, en general, trastocar nuestras facultades como personas. Es evidente que los tiempos cambiarán, y también nuestros estándares, pero, al fin y al cabo, los conceptos universales, como la identidad , son lo suficientemente sólidos como para resistir al tiempo. La ciencia no es mala ni buena, y no puede serlo, ya que no reflexiona sobre lo que investiga (pues no es su tarea). En nuestras manos, especialmente en las de la filoso- fía y la ética, recae el reto de orientar los avances hacia buen puerto. No existe barco bueno sin un capitán, y de este modo debemos obrar con la tecnología, guiándola para que trabaje por nuestra libertad y no contra ella. Un simple cambio en la actitud de los usuarios solventaría problemas como el de las redes sociales, y es por eso por lo que opino que es perfectamente posible hacer convivir las nuevas tecnologías y la identi- dad humana. Vera Santomé Juncal IESA Paralaia, Moaña, Galicia A raíz de los recientes avances en el ámbito tecnológico, surgen diversas cuestiones, pues los dispositivos electrónicos están cada vez más presentes en nuestras vidas. Sin embargo, todavía permanece vigente la frontera entre ser humano y máquina, cada vez más fina. La evolución cultural humana no habría sido posible sin el lenguaje, que comenzó con la expresión de términos sencillos y concretos que permitiesen contribuir a la supervi- vencia, ejerciendo de puente entre las mentes. Progresivamente, el lenguaje avanzaría con la aparición de términos abstractos. Así, gracias a sus facultades lingüísticas, la humanidad cuenta con dos pilares básicos: por una parte, la autoconciencia, la capa- cidad de objetivarse a uno mismo y ser consciente de la propia existencia, a la que se ha llegado mediante el lenguaje; por la otra, la transmisión de conocimiento, que, si la humanidad hubiese carecido de lenguaje, se habría obstaculizado de manera notoria. De esta manera, cada cultura cuenta con un lenguaje propio, de modo que la auto- conciencia es cultural, pues la concepción del individuo acerca de sí mismo difiere en función de la cultura de la que se haya empapado. Sin embargo, existe un propósito inherente al ser humano, que comparten todas las culturas: la aspiración a dominar la naturaleza. Además del lenguaje, que sirve para protegerse advirtiendo de diversos peligros, la humanidad ha desarrollado diversas disciplinas en el ámbito técnico para aumentar sus posibilidades de supervivencia y mejorar su calidad de vida, para supe- rar barreras como la de la mente. En este contexto, nacería la ciencia, jugando un gran papel diversos factores, como el económico. De esta forma, a lo largo de la historia, la episteme con la que los seres humanos nos acercamos a la realidad ha cambiado. Resulta innegable la supremacía de las ciencias cuantitativas en el mundo aséptico imperante en Occidente, caracterizado por el cientificismo. Así, se están dando pasos agigantados en el campo de la robótica, en el que se aprecia el estatus que otorga- mos a las matemáticas, ciencia que consideramos exacta e irrefutable. De esto modo, los dispositivos electrónicos contribuyen al desarrollo de las ciencias cuantitativas, y, además, se funden con la biología dando lugar a prótesis artificiales para las personas.

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