Olimpiadas filosóficas

66 2. Divisiones del humano: observamos que los seres humanos tenemos una parte ani- mal (la parte física) y lo que esa parte física crea gracias a nuestro nivel evolutivo: la conciencia. 3. Máquina: conjunto de mecanismos capaces de llevar a cabo la tarea o tareas para las que ha sido programada. Por mucho que piense, no sabe qué es lo que hace. Cuando Searle expone su ejemplo de la Habitación China, separa la semántica de la sintaxis: las máquinas pueden llegar a dominar, a saber , solo la sintaxis, pero nunca llegarán a conocer el significado de los símbolos que maneja, por tanto, no podrán entender la semántica, el significado de los símbolos que forman un lenguaje. Habiendo terminado esta parte, veamos qué ocurre con la identidad humana. ¿Pode- mos afirmar que una máquina puede reproducirla? Como he mencionado anterior- mente, la identidad humana es intrínseca a la conciencia: una máquina no puede tener conciencia, no se puede crear algo así, por lo que una máquina no podría reproducir la identidad humana.Veremos más adelante qué pasaría si lo consiguiésemos. ¿Se puede afirmar, por tanto, que puede destruir la conciencia? Bien es cierto que la tecnología sirve también para matar y para destruir. La única manera de destruir la identidad humana, es decir, que deje de existir, es matar todo cerebro. Sin embargo, nos equivocamos cuando afirmamos que la tecnología mata. Es el humano quien lo hace a través de ella: al no tener conciencia, la máquina no puede actuar por sí misma. Es decir, si yo me encuentro delante de una persona y coloco una pistola en el suelo, esta no disparará sola. Si la recojo y aprieto el gatillo apuntando a la otra persona, en- tonces, puedo matarla, pero no hasta que yo he utilizado la pistola. Se demuestra así que no es la tecnología la que mata, sino el ser humano. A partir de aquí, sacamos dos conclusiones: la primera, que, si toda la especie muere, será culpa de la misma espe- cie; la segunda, que va en contra de la ley natural autoeliminar nuestra especie, aunque veremos más adelante, en la siguiente pregunta, qué ocurre cuando algo creado por nosotros se vuelve en nuestra contra, pudiendo llegar a matarnos a todos. ¿Se puede afirmar, por tanto, lo único que queda: que la tecnología puede cambiar la identidad humana? Siguiendo lo dicho en la anterior pregunta, podemos afirmar que, si la cambiase, sería el ser humano el culpable y no la tecnología. Cierto es que cada avance científico-tecnológico de importancia comporta un cambio en el ser humano y en su manera de pensar y de comportarse. Estos avances suelen tener dos caras desde el punto de vista moral: una mala como, por ejemplo, las bombas atómicas de- sarrolladas a partir de la energía nuclear; una buena como, por ejemplo, que con la misma energía nuclear producimos electricidad para mucha gente. Este doble filo hace que cambiemos nuestra manera de ver las cosas según para qué usemos la tecnología. Aportando otro ejemplo: los smartphones cambian nuestra manera de relacionarnos, nos acercan a los que están lejos, pero pueden alejarnos de los que están cerca, o, simplemente, hablamos con más gente de otra manera. Esto provoca corrientes de pensamiento y de comportamiento, lo que significa que cada avance o cambio cien- tífico-tecnológico hace cambiar nuestra identidad humana. Llegados a este punto, es cuando nos hacemos de nuevo la pregunta: ¿la identidad humana la cambiamos no- sotros o la tecnología? Aquí es donde conecto esta pregunta con la anterior, cuando cuestiono qué ocurre cuando algo que hemos creado se nos vuelve en contra y puede llegar a eliminar nuestra especie. Dejad que cite al sociólogo Bruno Latour y a su obra LoveYour Monsters : en ella explica nuestra responsabilidad para con la tecnología, ha- ciendo una analogía con la famosa historia de Frankenstein. Por mucho que aquello que descubramos o consigamos sea un hito, si no nos responsabilizamos de ello y no

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