Olimpiadas filosóficas

67 tenemos claras sus consecuencias o no las aceptamos y, por tanto, no cuidamos nues- tra creación, entonces, se vuelve un monstruo. Se puede poner el mismo ejemplo que antes, el de la energía nuclear: si no aceptamos ni vemos claras las consecuencias que puede tener una bomba atómica o la producción contaminante de energía, dicha tecnología se volverá en contra del humano, hasta el punto de que su inadecuado con- trol elimine en su totalidad a la especie humana, bien sea por el cambio climático o la radioactividad nuclear. ¿Es esto culpa de la tecnología? No, es culpa del ser humano, ya que no somos lo suficientemente responsables respecto a las consecuencias de la tecnología, por muchas ventajas que nos aporte. A donde quiero llegar es a la idea de que todo cambio que produzca un avance, por muchas ventajas que nos dé, es gracias a, o por culpa, del ser humano. Por ello, todo cambio en la identidad humana producido por la tecnología se debe al uso que cada persona hace de ella. En conclusión, creo que se demuestra lo siguiente: que las tecnologías no pueden sustituir, destruir o cambiar la identidad humana. Cualquier destrucción, sustitución o cambio será provocado por el ser humano y el uso que este hace de la tecnología. Si, por ejemplo, se llegase a conocer en su totalidad la funcionalidad del cerebro y se consiguiese hacer una máquina idéntica a un cerebro humano robotizado, objetivo y perfecto, y este pudiera sustituir la identidad humana subjetiva, sería culpa nuestra, porque lo hemos hecho nosotros mismos. Cabe decir, además, que, si llegáramos a conocer el 100% de nuestro cerebro, podríamos crearnos a nosotros mismos; entonces el humano habrá superado a la naturaleza, ya que a través de la tecnología accedería- mos a la mejora de la propia especie, creando así superhombres. De hecho, el tran- shumanismo trata de esto, de que a través de la tecnología nos podremos convertir en post-humanos . Sin embargo, aunque trate con hechos reales, esto no dejan de ser suposiciones y especulaciones. En definitiva, mientras no controlemos ni conozcamos el propio cerebro, no podremos ir más allá, y cualquier cambio en nuestra naturaleza será, en todo momento, respon- sabilidad de nuestra propia especie.

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