Olimpiadas filosóficas

71 • Aunque sus defensores afirman que mejoraría la calidad de las relaciones, podría crear inseguridad y falta de confianza al no saber si el amor que siente la otra perso- na hacia ti es real o está alimentado por el fármaco. • El ser humano se diferencia del resto de seres vivos por su capacidad de razonar. Está en su naturaleza entender las relaciones sociales de una forma única y muy personal. Si entregamos esta razón a los fármacos, perderemos parte de nuestro yo . Pero no solo es la existencia de argumentos para las dos opciones lo que nos hace du- dar de cuál es la mejor de ellas, sino también la existencia de valores éticos implicados en ambas. Para defender la no prohibición del fármaco podríamos apelar al valor de la libertad, el compromiso, la familia y la felicidad. En este caso, hablamos de la libertad de la per- sona que decide que quiere tomar dicho fármaco. Ella, a su vez, tendrá distintos argu- mentos para por qué tomar las pastillas. Pero si queremos comercializarlo, tendremos que tener en cuenta que no todo el mundo debería poder tener acceso al fármaco, pues requiere de un compromiso moral para evitar que sea empleado de manera incorrecta. También se debe tener en cuenta el valor de la familia y el concepto que tenemos de ella. Es cierto que podría evitar divorcios, pero puede dar lugar a abusos y coacción. Por último, este fármaco asegura la felicidad en la pareja, una felicidad negada para muchos. Es lógico, por tanto, que mucha gente se vea impulsada a adquirirlo y, si se prohibiese, estaríamos negando esta felicidad prometida. A favor de prohibir su uso podemos hablar de nuevo de la libertad, la dignidad, la hu- manidad y el trabajo. En esta postura no hablaré de la libertad, sino de la falta de ella. Si se comercializa este fármaco, puede ser una herramienta en manos de los acosadores y maltratadores para manipular a sus víctimas. Una persona también podría ser coaccionada o chanta- jeada si su pareja toma la pastilla y ella no.También resaltamos la dignidad, que podría ser vulnerada si el fármaco se utiliza de manera incorrecta (situación que se daría, sin lugar a dudas). Al igual que antes, hablamos de una pérdida de la humanidad que nos hace únicos al dejar en manos de un fármaco lo que puede que sea lo más especial y único que tenemos, el trato y nuestra relación con los demás. Por último, tomamos en consideración el trabajo y la labor que supone mantener una relación y el aprendizaje que resulta de este hecho y de cómo se vería anulado si intentamos crear relaciones perfectas a través de la ciencia. Hay que admitir que, dentro de una sociedad, se podrían encontrar suficientes razones tanto para prohibirlo como para no hacerlo. En una primera impresión, la idea asusta. En esta época las personas están ligadas a la tecnología de una forma abrumadora, pero ¿ha afectado la tecnología a las relaciones humanas? Desde luego que sí, a gran escala (como conocer a gente por internet) y también a pequeña escala (al hablar por WhatsApp con un amigo). Entonces, puede que no sea tan alocado y futurista asegurar el amor a través de fár- macos; a fin de cuentas, la tecnología ya influye en las relaciones. Sin embargo, aun en este mundo altamente tecnológico, nosotros seguimos decidiendo sobre lo que senti- mos, ¿verdad? Desde luego no existe ningún mecanismo para obligarnos a sentir amor hacia nuestra pareja ni ninguna otra persona, pero no elegimos tampoco a quién que- rer. Por más que se intente, una persona no puede negar lo que siente ni puede desear sentir algo. Con el uso de este fármaco, negamos el impulso de la persona, la mante- nemos atada a una relación que puede llegar a ser perjudicial. ¿No sería eso traicio-

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