Olimpiadas filosóficas

84 Alex Benito Formoso Crespo IES deAmes, Ames, Galicia El uso de sustancias con el fin de mejorar las relaciones amorosas entre seres huma- nos podría dar lugar a una potenciación del vínculo entre los individuos y, por consi- guiente, una sensación mutua más satisfactoria. Esto podría ayudar a suprimir mu- chos problemas surgidos durante dichas relaciones y, por lo tanto, una mejora en la estabilidad emocional de amplio número de personas. Por otro lado, el uso de estos fármacos supondría la artificialización del amor, convirtiéndolo casi en un juego a ca- pricho, como si el amor se sirviese a la carta. Una cuestión fundamental en la vida de las personas pasaría a convertirse en una actividad meramente científica, dejando a un lado la naturaleza emocional y el raciocinio que nos caracteriza. Aparte de lo mencionado, esto pondría a nuestra disposición una herramienta con la que podríamos influir en el comportamiento de los demás, hasta el punto de manipu- larlos por completo, provocarles algún perjuicio o, cuando menos, facilitar una situa- ción de amor recíproco sin contar con la opinión del otro.También permitiría quebrar relaciones, ya sean ajenas o propias, intencionadamente, usando esas hormonas como instrumento para utilizar como medios a los demás y lograr un fin que no sean las propias personas. Esto desembocaría en la deshumanización de las relaciones y en la conversión de los individuos en máquinas, cuya única función consistiría en facilitar la vida a terceros. No olvidemos la posible adicción que provocaría el hecho de depender de dichas sustancias para mantener una relación ni el trastorno que sufriría la identi- dad humana viendo como, por enésima vez en los periodos recientes de nuestra histo- ria, se nos supedita a agentes externos innecesarios para lograr una supuesta mejora en nuestro día a día.Y lo que es peor: asimilar esto como algo correcto y no sopesar las consecuencias de nuestros actos. Ocurriría algo semejante a lo que sucedió con la pintura al inventarse la fotografía, aunque esta vez las consecuencias serían, en mi opinión, negativas.Al inventarse y comercializarse dichos fármacos, a la gente ya no le interesaría experimentar el amor como algo real y se desvincularían de esta realidad. Al igual que muchos pintores realistas se desvincularon de dicho estilo y evoluciona- ron cara al impresionismo y las posteriores vanguardias, mucha gente elegiría reflejar en sus relaciones no la realidad, sino lo que les gusta o sueñan, lo cual puede sonar muy esperanzador o libertario, pero conduciría a consecuencias devastadoras y daños colaterales para toda la humanidad. Pienso que todo el asunto beneficiaría, a corto plazo, tanto a empresas y corporaciones farmacéuticas como a las élites; las primeras lograrían un estratosférico ingreso económico y las segundas, debido a la anterior- mente comentada formación de la identidad humana, una gran facilidad para moldear la sociedad a su gusto. Una vez mencionado todo lo anterior, me veo en la obligación de manifestar mi opo- sición a la legalización de los fármacos del amor y reiterar que, en caso de permitirse, tanto las relaciones como la identidad y naturaleza humanas se verían gravemente perjudicadas, hasta un punto en el límite de la rectificación. Una posición utilitarista se autodinamitaría al defender el supuesto éxito inicial común cuando se empezasen a apreciar las consecuencias a largo plazo. En contraposición, el imperativo categórico, al velar por que las personas sean utilizadas como fines y no como meros medios, re- forzaría la defensa del ser humano y de la sociedad en su conjunto.

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