Olimpiadas filosóficas

89 mientos, con el tiempo seguro que se hallaría el modo de controlar los demás y nos convertiríamos en masas, ovejas guiadas por su pastor. • No necesitamos una sociedad enamorada de la ignorancia para avanzar, las drogas propuestas podrían probarse de otra manera y con el único fin de entendernos. En conclusión, deberían prohibirse, puesto que la maldad es accesible y tentadora con los fármacos del amor , además de que no los necesitamos si creamos un mundo donde se nos enseñen valores morales y se luche por estos. Ninguna droga nos salvará de nosotros mismos. Joan Luis Gómez IES RamónAreces, Grado, Asturias Los avances tecnológicos son responsables de nuevos medios de comunicación y nue- vas formas de relación humana; en una perspectiva positiva, hoy ya superan barreras de carácter físico y espaciotemporal. No obstante, también hay que juzgar su carácter oscuro, pues con cada avance se está dando más forma al individualismo de cada per- sona, provocando un aumento de su egocentrismo y un choque entre intereses perso- nales e intereses comunes. Estas líneas reivindican la necesidad de la filosofía en la educación, pues en el futuro llegarán nuevos retos en forma de preguntas como: ¿qué nos hace humanos?, ¿qué es privado y qué es público? o ¿qué consideramos vida? Preguntas que en el futuro se- rán más difíciles de responder. El que esgrime que en la filosofía no hay utilidad y, por ende, no tiene hueco en la educación, solo busca el retroceso de la educación, lo que supone una gran pérdida para el juicio propio de las personas. Hoy en día, los avances tecnológicos nos demuestran cada vez más que hay problemas que no pueden solucionar los cerebros científicos, sino una conciencia filosófica. Desde este punto me dispongo a comentar el dilema sobre los fármacos del amor . Las opciones que plantea el problema son la legalización del fármaco o su prohibición. Además de estas, se pueden añadir las siguientes: obligar a tomarlo a los padres que vayan a tener un hijo, imponer un cúmulo de procesos judiciales y test psicológicos para poder adquirirlo o hacerlo obligatorio en los matrimonios. Si se legalizara el producto, viviríamos supuestamente en un mundo lleno de amor, lo que podría mejorar las relaciones humanas; por otra parte, el amor desaparecería, al estar todo el mundo enamorado, y no podemos asegurar el uso legítimo del fármaco. Ilegalizarlo nos salvaría de la mentira, pero nos dejaría expuestos al amor y sus pro- blemas. Al obligar a tomarlo a las personas que van a ser padres, se aseguraría que las siguientes generaciones crecieron en un ambiente estable, pero dejaría a los hijos de estos viviendo una mentira. Si se obligara a tomarlo en los matrimonios, no habría divorcios y los matrimonios serían realmente para siempre sin posibilidad de estafa por ninguna de las partes al firmar un contrato de bienes gananciales. Al hacer varios procesos judiciales y test psicológicos, se le daría un uso legítimo al medicamento, pero las personas que lo tomasen seguirían viviendo en una mentira.

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