Olimpiadas filosóficas

90 Me decanto por la idea de ilegalizar el fármaco, debido a que lo que nos diferencia de los animales es que somos conscientes de nuestra propia existencia y por ello tene- mos voluntad, la voluntad para tomar decisiones y elegir movidos por nuestra libertad. Al usar de cualquier modo el fármaco, estaríamos anulando la voluntad de cada perso- na de enamorarse, desenamorarse o no enamorarse nunca. Al tomar el medicamento, por lo tanto, estaríamos anulando la misma voluntad que nos movió a tomarlo y, por consiguiente, no debería permitirse. Los niños que nacieran en esos matrimonios unidos por la ciencia habrían nacido en una farsa. La gente que fuese obligada a tomar los fármacos en contra de su voluntad perdería su independencia; la libertad humana de elegir su camino desaparecería y el amor como lo conocemos dejaría de existir. A la pregunta de si cambiaría nuestro modo de entender las relaciones humanas y nuestra idea de lo que conocemos por naturaleza humana contestaré que las rela- ciones cambiarían de forma que serían más superficiales y vacías, y las relaciones amorosas pasarían a ser contratos. Además, surgiría una venta clandestina del fár- maco para la gente que le quisiera dar un uso indebido, lo que obligaría a reformar las leyes y hacer otras nuevas para controlar este problema. La naturaleza humana cambiaría al anular parte de la libertad con la que todos nacemos, que es la libertad de enamorarse, y habría que volver a plantearse preguntas como ¿qué nos hace real- mente humanos? Pablo Moreno de Castro IESValle del Jerte, Navaconcejo, Extremadura Este dilema plantea un problema que puede generarse en el futuro si llegamos a la si- tuación de legalizar los fármacos del amor . En este tema, entran en conflicto una serie de valores éticos que habría que tener en cuenta a la hora de introducir esos fármacos en la sociedad. Yo creo que estos valores tienen bastante importancia, como el de la identidad perso- nal. Immanuel Kant, filósofo alemán, define a la persona como un «ser autónomo que elige en cada momento lo que quiere hacer».Y, en el caso de que estos medicamentos fuesen legales, sería fácil hacer que una persona se enamorase de otra mediante en- gaños, aunque no la conociese, ya que esta vería alteradas sus capacidades emociona- les y eso iría en contra del concepto de persona de Kant. Respecto al valor de la vida en pareja, la legalización tendría consecuencias importan- tes, tanto negativas como positivas. Si se diese el caso de una pareja que atraviesa problemas de convivencia, estos podrían solucionarse fácilmente con la ingesta de fármacos a modo de ayuda. Pero una consecuencia negativa sería que un miembro de la pareja, mediante el uso de estos fármacos, obligase a su compañera o compa- ñero a seguir enamorado de ella o él. Esto resultaría injusto y además iría contra de la libertad que todas las personas tenemos como un valor intrínseco, ya que, por natura- leza, no pertenecemos a ningún otro individuo. Para mí, la utilización de estos medicamentos sería injusta desde un punto de vista ético, ya que los sentimientos y las emociones humanas deberían seguir siendo es- pontáneos y no impuestos por agentes externos, como podrían ser dichos fármacos o

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