Olimpiadas filosóficas

94 No obstante, es posible que, desde un punto de vista utilitarista, pensásemos que di- cha acción podría proporcionar mayor placer a un sector social más amplio, y por tanto, existiría una justificación para realizarla.Ahora bien, ¿qué nos garantiza que el uso de las hormonas vaya a tener las consecuencias esperadas? Se trata de no exponer a la humanidad en su conjunto a un riesgo que es innecesario asumir. En conclusión, todo tipo de manipulación sobre el ser humano que altere su condición de vida natural es injustificable, porque, usando la prudencia, una virtud aristotélica, debemos tratar de garantizar la continuidad de la especie. Permitir la difusión de los fármacos del amor no haría más que cambiar aquello que nos hace humanos: nuestra identidad. Sofía Pérez Gracia Colegio Condes deAragón, Zaragoza, Aragón El amor es el sentimiento más puro. No importa la edad, cultura, posición económica…, todos deseamos y soñamos con amar y ser amados. Aunque el amor puede mostrarse con amigos o familiares, cuando oímos esta palabra a todos nos viene la imagen de nuestra pareja ideal, que podemos conocer o simple- mente imaginar. Aunque el principal motor de nuestra sociedad es el dinero, me atre- vería a decir que el amor le sucede. Cine, literatura, fotografía…, el amor es la musa principal de estas artes y muchas otras. Pero el amor es tan puro como caprichoso.Y, por eso, a veces no es correspondido. O lo es en un principio, pero se marcha con el tiempo, dejando dolor y vacío. Nuestra sociedad ha evolucionado enormemente. Día tras día, se avanza en muchos ámbitos, a pasos de gigante o de hormiga.Y el amor no ha quedado atrás. ¿Quién no ha oído hablar de páginas web de citas que prometen dar con tu media naranja? ¿Quién no conoce reality shows cuyo principal objetivo es encontrar a tu alma gemela? Por ello, no es de extrañar que, junto con otros avances médicos, aparezcan los fár- macos del amor . Si la medicina actual permite curar enfermedades, ¿por qué iba a ser diferente con el amor?Al fin y al cabo, muchos lo consideran una enfermedad.Aunque, en este caso, estos medicamentos no tratan de curar el amor, sino todo lo contrario.Y no es de extrañar, al fin y al cabo, el mayor objetivo de nuestras vidas es ser felices, y eso, aunque no siempre, en muchas ocasiones, se alcanza encontrando el amor. Por ello, el dilema que se nos plantea cambiaría la historia de la humanidad para siem- pre. Si se comercializara este producto, nuestra sociedad se vería afectada en muchos aspectos. Siendo positivos, nunca más veríamos una pareja apagada y con apenas unas cenizas de lo que un día fue la historia más bonita del mundo. Nunca más nadie pasaría noches en vela, lamentándose por lo que fue y ya nunca más será. Nunca más habría niños rotos, daños colaterales de parejas que se rompieron primero. Y nunca más sucedería ninguna desgracia relacionada con ello. El suicidio no sería una opción para el desamor, ya que este medicamento sería la solución.Todos seríamos felices en un mundo fantástico donde el amor no sería un objetivo, sino una victoria y asegurada. Sería espectacular. O quizá no: podrían utilizarse los fármacos con intención manipu- ladora.

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