Olimpiadas filosóficas

95 Hace siglos y aún en la actualidad, los matrimonios forzosos de conveniencia son habi- tuales en algunas culturas. Pero ¿y esto? Esto va más allá de cualquier interés político o económico. Porque si eres obligado a casarte con alguien, te obligan a convivir con esa persona, pero, si eres obligado a enamorarte de alguien, están entrando en lo más profundo de tu ser y arrebatándote algo, puro e increíblemente especial. Gracias a estas píldoras cualquier persona con acceso a ellas tendría en sus manos la posibilidad de manipular a alguien y crear un sentimiento frío y vacío, muy lejos de llamarse amor . Podrían, también, utilizarse como instrumento de burla. ¿Somos conscientes del sentimiento que estamos tratando? ¿De que es el mismo sentimiento que sintió Rubén Darío por su amada y expresó en sus obras?, ¿de que es el mismo sentimiento que llevo a Julieta y Romeo a morir por el otro?, ¿de que es el mismo sen- timiento que nos hace levantarnos cada día y, pase lo que pase, sonreír porque alguien nos quiere? Como he dicho anteriormente, la musa artística por excelencia es el amor. ¿Disfrutaría- mos por igual una novela de amor puro y sincero y otra novela de amor manufacturado? Pensemos en cualquier historia de amor que conozcamos, real o literaria, e introduzca- mos este invento, ¿sería lo mismo? La respuesta es no. No, porque, aunque el amor es astuto y caprichoso, no es posible obligar a alguien a amarnos. No, porque el amor es un sentimiento tan único que no es fabricable. Y no creais que ese amor artificial sería válido, pues no sería real. Cualquier filósofo que crea en ese fármaco debería replantearse sus valores éticos, porque repito: no es amor. Es cambiar el interior de una persona e invadir algo tan pri- vado y frágil como son los sentimientos. Si en la sociedad actual hacer un lavado de cerebro sería considerado una aberración y un crimen contra la humanidad, ¿en qué se diferencia de esto? No tiene sentido tomar un medicamento para hacer duradero un matrimonio. Un matrimonio o una pareja es un enlace por amor. No un enlace por medicamento. Es cierto que el amor es tan agradable como doloroso, pero esa locura es la que lo hace tan bello. Si enamorarnos o enamorar a alguien es tan sencillo como tomar una píldora, ¿qué tendría de especial? El amor es una mirada cómplice, una sonrisa, apoyo en lo bueno y en lo malo, confianza, una caricia. Es el sol que anima una fría mañana de invierno, o la suave brisa marina tras un largo día caluroso. El amor es poesía, música, imágenes, hablar poco pero decir mucho, cua- tro letras que cambian todo. El amor no es inyectarse un fármaco, el amor es una droga que está dentro de nosotros, y es nuestra decisión tomarla o no, no la decisión de otra persona o el producto de un medicamento. No existe fórmula química o matemática para establecer su composición. Es una ecua- ción que escapa a cualquier físico o matemático. Es la caja de Pandora que podemos abrir, o, por el contrario, dejar escondida en un rincón de nuestro corazón, esperando. Pero esa misma es la cuestión: es nuestra decisión. El amor no se consigue con una sustancia química, se consigue día tras día, con pala- bras y actos de cariño.Y esto debe ser así siempre, porque una decisión así cambiaría por completo nuestro modo de relacionarnos y expresar nuestros sentimientos. No importa si amas a un hombre, a una mujer, o si jamás has tenido un sentimiento romántico. Eres quien eres y estás en tu pleno derecho de seguir así, porque no se te puede obligar a amar a otra persona, o, incluso, simplemente a amar. Porque eres libre. O al menos deberías serlo.

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