Guía emocreativa para la vuelta al cole desde el corazón

130 La idea es que lleguen a la conclusión de que debemos depositarlas en la papelera de reciclaje de papel. Pero plantearemos que para reciclar esas emociones desagradables deben recogerse en una papelera especial que recicle esas emociones transformándolas en sentimientos favorables. Un depósito de basura que tenga la capacidad de cambiar una emoción dañina en una que sea saludable. Les plantearemos el siguiente paralelismo. Igual que ocurre en algunas plantas de reciclaje con las basuras orgánicas, que son convertidas en compostaje para ser utilizadas como abono, nosotros podemos hacer esa transformación a través de un sentimiento que tiene la capacidad de cambiar en saludable todo aquello que entra en contacto con él. EL AMOR. Les explicaremos que cuando nos apreciamos a nosotros mismos, nos valoramos; cuando sentimos el amor de los demás, de nuestros padres, de nuestros hermanos, de nuestros abuelos, de nuestra familia, de nuestros amigos, de la gente que nos quiere, o cuando nosotros somos los que expresamos ese amor a cualquier persona, apreciándola, cuidándola, preocupándonos por ella, el sentimiento del amor es capaz de cambiar cualquier experiencia de malestar que podamos sentir, cubriéndonos con una especie de capa protectora que impide que las emociones desagradables nos hagan daño. Les plantearemos que vamos a realizar una relajación con la que experimentaremos el valor curativo del amor. Sentados en la silla, con el talón del pie y la espalda bien apoyados, nos damos permiso para que las piernas se relajen. Extendemos los brazos y las manos las colocamos sobre los muslos. Cerramos los ojos con suavidad, para mirarnos por dentro. Sentimos cómo nuestros ojos se ablandan, cómo las cejas se relajan. Somos conscientes de nuestra respiración, notamos cómo inspiramos por la nariz y expulsamos el aire por la nariz. Los músculos de la cara se relajan. Inspiramos por la nariz y expulsamos el aire por la nariz. Seguimos respirando, de forma relajada y continua. Inspiramos por la nariz y expulsamos el aire por la nariz. Nos concentramos en nuestro corazón, en sus latidos. Para sentirlo mejor ponemos nuestra mano derecha encima de él e intentamos sentir cómo late en su doble movimiento: sístole y diástole. Sístole, nuestro corazón se contrae, se cierra sobre sí mismo. Diástole, nuestro corazón se expande, y se abre al exterior. Sístole, el corazón se llena de vida, de sangre. Diástole, el corazón extiende la vida hacia el resto del cuerpo. Sintamos durante unos segundos ese doble movimiento, viendo en nuestra mente cómo lo realiza nuestro corazón. Sístole… Diástole,… Sístole… Diástole… Sístole… Diástole. Ahora imaginémonos que somos un bebé y que una persona que nos ama nos tiene entre sus brazos. Puede ser nuestra madre, nuestro padre, o cualquier persona de la que hayamos sentido su amor (una abuelo o abuela, un familiar). Acurrucados en su pecho, con nuestra oreja pegada a su corazón, oyendo sus latidos. Nos sentimos cómodos y seguros, abrazados por esa persona que nos

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTcz