Guía emocreativa para la vuelta al cole desde el corazón

135 Vamos a practicarlo. Respiremos “sin prisa y con pausas”. Podemos hacerlo sentados, con la espalda pegada al respaldo, con las piernas sin cruzar y los pies bien plantados en el suelo. Empezamos. 1. Tomamos aire por la nariz, realizamos una inspiración profunda, llenando nuestros pulmones de abajo a arriba, desde la barriga, despacio, sin esfuerzo, relajando el diafragma, de manera que nuestros pulmones se llenen desde lo hondo hasta nuestros hombros. 2. Retenemos unos segundos ese aire en nuestros pulmones, de manera que somos conscientes de cómo ese aire nos llena, nos sentimos plenos y a rebosar. 3. Ahora lo soltamos también por la nariz, espirando lentamente, muy lentamente y extendiendo lo más posible la salida del aire, de forma que nos vaciemos del todo, pero sin empujar, como si fuera la hoja del árbol que cae flotando levemente a tierra. 4. Y observa por unos segundos ese vacío, preparándote para llenarte de aire, realizando la pausa necesaria para volver a recibir. 5. Repetimos varias veces las indicaciones de los cuatro movimientos, para posteriormente dejarlos en silencio de forma que el alumnado respire de forma autónoma sin consigna alguna. Practicada la respiración consciente podemos realizar una breve puesta en común de cómo nos sentimos. ANEXO 2 : ACTIVIDAD PARA PRACTICAR EL RECICLAJE EMOCIONAL Al comienzo se planteará al alumnado el siguiente interrogante: “¿Qué es la basura emocional?”. El/la docente, junto con la clase, puede orientar las respuestas mediante paralelismos que ayuden al alumnado a obtener una comprensión analógica del concepto. Por ejemplo, se puede relacionar con: desperdicios que huelen mal en el cubo de la basura, cosas inútiles o trastos que acumulamos en el garaje o el desván o ropa que no usamos por vieja o porque nos queda pequeña, que ocupa sitio en el armario y que estorba para encontrar lo que necesitamos. La conclusión a la que se debe llegar es que la basura emocional son sentimientos que nos bloquean , porque no sabemos cómo tratarlos, y que se van acumulando en nuestra mente de forma que se vuelven tóxicos y dañinos, como el veneno, y eso hace que estemos mal con nosotros mismos, tengamos problemas con los demás y seamos infelices. Además, un aspecto importante del problema es que los seres humanos no tenemos un contenedor de basura externo o un punto limpio donde depositar la basura, sino que nosotros mismos somos el contenedor. Ni siquiera el recurso de soltarla en los demás hace que nos sintamos mejor, porque, primero, la emoción sigue estando en nosotros y, segundo, agrava el problema con las otras personas. Por ejemplo: cuando la rabia se vuelve tóxica (intensa y descontrolada), solemos descargarla sobre otra persona, pero sigue siendo nuestra y, además, pone al otro en nuestra contra.

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