Guía emocreativa para la vuelta al cole desde el corazón

157 Cuando se metió en la cama, su madre le arropó y le dio un beso en la frente. - Buenas noches. Espero que duermas muy bien. - Mamá, antes de irte ¿puedes comprobar que no haya ningún monstruo aquí conmigo? La madre de Marcos sonrió y le dijo: - ¿Otra vez? Lo monstruos no existen, pero si estás más tranquilo, me aseguraré de que no hay ninguno. Rincón por rincón, la madre revisó todo el dormitorio del niño. - ¿Ves? No hay monstruo, puedes dormir tranquilo. La madre de Marcos apagó la luz y salió del cuarto. Mientras, el niño permanecía inmóvil en la oscuridad escuchando todo lo que ocurría a su alrededor. A Marcos no le daba miedo la fuerte tormenta que estaba ocurriendo en el exterior de su casa: los truenos, el sonido del viento moviendo las hojas de los árboles y las gotas de lluvia contra la ventana, no le asustaban más que la idea del monstruo que lo observaba en la oscuridad. De repente, escuchó extraños sonidos que venían de debajo de su cama. Era como si algo enorme debajo de él rasgara su cama con unas uñas tan afiladas como cuchillos, provocando un sonido aterrador. Además, podía escuchar cómo la criatura gruñía de rabia, mientras chocaba entre sí sus afilados dientes, preparándose para atacar a Marcos en cualquier momento. Marcos, muerto de miedo, pensó en llamar a sus padres, pero sabía que no les daría tiempo a llegar antes de que el monstruo lo agarrara de la pierna y se lo llevara. Así que decidió permanecer quieto con el fin de hacer pensar a la criatura que no había nadie en la cama. Sin embargo, oyó una voz de repente: - ¿Hay alguien ahí? Marcos, aterrado, decidió quedarse callado e inmóvil con la esperanza de que la voz no volviese a sonar. - ¿Hola? Por favor, tengo mucho miedo. El niño, asombrado, seguía inmóvil sin apenas respirar y escuchando cómo la voz parecía incluso más asustada que él mismo. - Sé que me estás escuchando. ¿Puedo meterme en tu cama? Marcos se armó de valor y le contestó: - ¿Quién eres? - Soy tu monstruo - Yo no tengo ningún monstruo – replicó. - Por favor, deja que me meta en tu cama. - ¿En mi cama? ¡No! … Si te dejo subir… me comerás. - No te comeré, solo quiero que me hagas compañía. Tengo mucho miedo. - contestó el monstruo con voz temblorosa. - ¿Miedo tú? Los monstruos no tienen miedo. Son ellos los que asustan. - Pues yo tengo miedo. Muchísimo miedo. Fuera hay una tormenta muy fuerte. Las palabras que farfullaba el misterioso monstruo no convencían al niño, quien nervioso, decidió volver a reunir el valor suficiente para hablar:

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