Guía emocreativa para la vuelta al cole desde el corazón

162 Busca en tu interior una emoción que hayas sentido recientemente. Tiene que ser una emoción que te haga notar como un peso muy grande, como una carga que no te deja estar bien. Puede ser la tristeza, la ira, la vergüenza, el miedo, la culpa… Ponte en contacto con esa emoción y con la sensación de peso que te produce. ¿En qué parte de tu cuerpo la sientes? Déjala crecer, no la apartes. Deja que la emoción esté ahí y siga su curso. Céntrate en la sensación y no en los pensamientos que te surgen. Siente la emoción, no pienses en ella, no intentes cambiar tus sentimientos. Ahora que ya has reconocido y aceptado esa emoción, es el momento de soltarla: desvía tu atención de lo que sientes, suéltalo como si te estuvieses librando de un gran peso. Vamos a utilizar el momento de la espiración, el acto de expulsar el aire, para ir soltando y descargándonos de ese peso que nos crea tanta tensión. Con cada espiración vamos a descargar todo el cuerpo, a pasar el peso y la tensión de nuestro cuerpo a la tierra. Primero suelta los ojos. Tus ojos se ablandan y la mirada va reposando en la parte de atrás de la cabeza. Tus párpados están caídos, sin ninguna tensión. Ahora las mandíbulas se sueltan con cada espiración y tu cuello se abre, se relaja por dentro mientras vas soltando el aire suavemente. También tus hombros se sueltan, se separan uno del otro, y con cada espiración la separación es mayor. Con los hombros sueltos, la espalda se alarga y se ensancha mientras sueltas el aire. Ahora las piernas, los pies y los dedos de los pies se sueltan, se estiran como si fueran de chicle. Junto con las piernas, tus brazos, manos y dedos de las manos también se descargan de toda tensión. Quédate en esa posición, simplemente sintiendo cómo te descargas mientras expulsas lentamente el aire. Al mismo tiempo, repites por dentro: soltar, soltar, soltar… Ahora que estás relajado, concéntrate en soltar la energía y dejar caer esos sentimientos que te pesan. Te das permiso para liberarte de esa emoción, que cae a la tierra como las hojas muertas caen del árbol en otoño. El ejercicio concluye volviendo los alumnos y las alumnas poco a poco a la normalidad, sin prisa, respetando el ritmo de cada cual para incorporarse. A continuación, los alumnos y las alumnas se sentarán formando un círculo para compartir lo que cada uno ha experimentado y sacar conclusiones. Se organizará una ronda para que todos aporten su vivencia. A partir de esta puesta en común, el/la docente les transmitirá algunas enseñanzas:  Primero y muy importante, soltar una emoción no es descargarla sobre otra persona, es soltarla para que no nos haga daño ni a nosotros ni a los demás. A veces nuestra ira, nuestra culpa, nuestros miedos se los pasamos a las personas que están a nuestro lado, creyendo que con ello estamos descargándonos de esa emoción, pero en realidad sigue en nuestro interior, porque nace de nosotros mismos y, aunque queramos, no podemos desprendernos de ella hasta que aprendemos a soltarla tal y como hemos hecho en el ejercicio.

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