Guía emocreativa para la vuelta al cole desde el corazón

226 Toma conciencia de todas las molestias o malas colocaciones. Gírate suavemente hacia un lado y hacia otro, siempre desde la apertura y expansión de la médula, como creando un almohadillado con el suelo. Vuelve de nuevo a la posición de partida. Ahora vas a recuperar una mayor superficie de apoyo de la columna levantando y bajando el tronco desde la liberación de energía de los ilíacos, apoyando, muy lentamente y una a una, cada vértebra. Se trata de ir recolocando tus vértebras, al tiempo que sientes cómo extiendes la médula y creces. Piensa en el núcleo del cerebro como un centro de energía en expansión. Esa energía recorre todo tu cuerpo hasta la punta de los dedos de pies. Como es habitual en todas las propuestas, hazte consciente de la presencia de tu lengua como energía que se expande. Suelta la más mínima tensión que puedas sentir en ella, sobre todo en la punta o en sus bordes laterales. Céntrate ahora en el fluido de energía que recorre tu médula. Extiende por un momento tus piernas y piensa y siente tu cuerpo como una inmensa médula que se prolonga por brazos, piernas y dedos. Una médula que va desde el núcleo del cerebro al núcleo de los dedos gordos de los pies. Todo un fluir de energía te recorre por entero, de arriba abajo y de abajo arriba. Recuperas la médula como un espacio de expansión y de flexibilidad. Te repites internamente la autoconsigna: "extiendo la médula y crezco". A partir de ese fluir de la energía vas creando como un almohadillado, como una atracción y suspensión magnética entre la tierra y tú, compensando fuerzas. Vuelve de nuevo a la postura de semisupino y siente ahora cómo cada célula, cada músculo, cada milímetro de tu cuerpo se ajusta, se coloca en su lugar justo y adecuado, se equilibra y, desde ese equilibrio, se articula con el magma de la Tierra. Ve recorriendo cada vértebra, dándole su espacio interno de energía y suspensión, retirando toda fuerza e iniciativa del hueso y dando toda su amplitud y extensión al espacio entre vértebra y vértebra. Sin perder esa conciencia, puedes balancearte como si el magma de la Tierra te meciera. Siente cómo la Tierra, la Vida, te acoge, te mece y te abraza. Termina descansando en el “regazo" de la Tierra. Quédate el tiempo que desees saboreando cada respiración mientras te abandonas al abrazo de la superficie en la que estás acostada/o. No tienes que hacer nada. Solo mira tu respiración, saboreándola. Y descansa, descansa, descansa.

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTcz