Guía emocreativa para la vuelta al cole desde el corazón

229 A falta de que, con tu aportación, completes este catálogo inacabado de propuestas, aquí te ofrezco un relato que nos ayude, si no a concluir, al menos a hacer un punto y seguido. El cuento de Jorge Bucay se titula “ El diamante en el huerto ” aunque también se ha popularizado como “ El secreto de la joya escondida ”. Dice así: En un país muy lejano, vivía un campesino. Era el dueño de un pequeño trozo de tierra en el que cultivaba cereales y de un jardincito que hacía las veces de huerta donde la esposa del campesino plantaba y cuidaba algunas hortalizas que ayudaban al magro presupuesto familiar. Un día, mientras trabajaba su campo, tirando con su propio esfuerzo de un rudimentario arado, vio entre los terrones de la buena tierra algo que brillaba intensamente. Casi desconfiado se acercó y lo levantó, era como un vidrio enorme, se sorprendió del brillo que deslumbraba al recibir los rayos del sol. Comprendió que se trataba de una piedra preciosa y que debía tener un valor enorme, por un momento su cabeza empezó a soñar con todo lo que podría hacer si vendía el brillante, pero en seguida pensó que esa piedra era un regalo del cielo, que debía cuidarla y usarla solamente en caso de una gran emergencia. El campesino terminó su tarea y volvió a su casa llevando consigo el diamante. Sintió miedo de guardar la joya en la casa, así que, cuando anocheció, salió al jardín, hizo un pozo en la tierra, entre los tomates, y enterró allí el diamante. Para no olvidar dónde estaba enterrada la joya, puso justo encima del lugar una roca amarillenta que encontró por allí. A la mañana siguiente, el campesino llamó a su esposa, le enseño la roca amarilla y le pidió que por ninguna razón la moviera de donde estaba. La esposa le preguntó por qué tenía que estar aquella extraña piedra entre sus tomates. El campesino no se atrevió a contarle la verdad, temía preocuparla, así qué le dijo: -esta es una piedra muy especial, mientras esa piedra esté en este lugar, entre los tomates, nosotros, tendremos suerte. La esposa no discutió aquel desconocido fervor supersticioso de su marido y se las ingenió para arreglar sus tomateras sin tocar la piedra. El matrimonio tenía dos hijos, un niño y una niña. Un día, cuando el niño tenía 10 años, le preguntó a su madre por la piedra del jardín. Trae suerte, dijo la madre, y el niño se conformó. Una mañana, cuando el niño salía para ir al colegio, se acercó a los tomates y tocó la roca amarillenta, aquel día tenía que presentarse a un examen muy difícil. Solo por casualidad o porque el niño fue con más confianza a la escuela, el caso es que el examen salió muy bien y el niño confirmó los poderes de la piedra. Aquella tarde, cuando el jovencito volvió a la casa, llevaba una piedra amarillenta que colocó al lado de la anterior. ¿Y eso? - pregunto la madre. Si una piedra trae suerte, dos traerán más suerte aún, dijo el niño con una lógica indiscutible.

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