Guía emocreativa para la vuelta al cole desde el corazón

230 A partir de aquel día, cada vez que el niño encontraba una de aquellas piedras, la llevaba junto a las anteriores. Como en un juego de complicidades o por acompañar a su hijo, también la madre empezó al poco tiempo a apilar piedras junto a las del niño. La niña en cambio creció con el mito de las piedras incorporado a su vida, de pequeña le habían enseñado a apilar piedras amarillas al lado de las anteriores. Un día la niña trajo una piedra verdosa y la apiló con las anteriores. ¿Qué significa esto jovencita? -Le increpó la madre. Pues me ha parecido que la pila podía quedar más bonita con un toque verdoso, explicó la joven. De ninguna manera hija, quita esa piedra de entre las otras. Pero por qué no puedo poner esa piedra verde con las demás, si queda bien, dijo la niña. Porque... balbuceó la madre. Ella no sabía por qué solo traían suerte las piedras amarillas, solo recordaba las palabras de su marido, diciendo que una piedra como esta entre los tomates trae suerte. ¿Por qué mami?, ¿por qué? - preguntó la jovencita que siempre había sido bastante rebelde. Porque... porque las piedras amarillas traen suerte solo si no hay de otro color cerca, inventó la madre. Eso no puede ser, contestó la niña, por qué no van a traer igual suerte si están con otras ... Bueno, porque las piedras de la suerte son muy celosas. ¡Celosas! Repitió la joven con una risa irónica, piedras ¿celosas? Eso es ridículo. Mira yo no sé de los porqué ni de los porqué no de las rocas, si quieres saber más pregúntale a tú padre... y se fue a hacer las cosas no sin antes retirar la intrusa piedra verdosa que la niña había traído. Esa noche la jovencita esperó hasta tarde, espero a que su padre volviera del campo. Papi ¿por qué las piedras amarillas traen suerte? le pregunto nada más entrar y ¿por qué las verdosas no? Y ¿por qué las amarillas traen menos suerte si hay una verde cerca? Y ¿por qué tienen que estar siempre entre los tomates? Y... Hubiera seguido preguntando antes de encontrar una respuesta si no fuera que su padre levantó la mano en señal de alto. Mañana, mañana saldremos juntos al campo y contestaré a todas tus preguntas. ¿Y por qué hasta entonces? quiso seguir la joven. Mañana hija, mañana. Al día siguiente muy temprano cuando todos dormían en la casa, el padre se acercó a la joven, la despertó con ternura, la ayudó a vestirse y la llevó con él al campo. -Mira hija, le dijo; hasta ahora no te he contado esto, porque creía que no estabas preparada para conocer la verdad, pero hoy, hoy me he dado cuenta de que has crecido, que ya empiezas a ser una mujercita y estás en condiciones de cualquier cosa, de guardar cualquier secreto que sea necesario. ¿Qué secreto papá?... Te lo diré, todas esas piedras están entre los tomates para marcar un lugar determinado del jardín, debajo de esas rocas está enterrado un valioso diamante, es el tesoro de esta familia, yo nunca quise que los demás lo supieran, porque me pareció que no se habrían quedado tranquilos, así como hoy comparto el secreto contigo, tuya será desde hoy la

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