Guía emocreativa para la vuelta al cole desde el corazón

32 5. ESCUCHAR EL LATIR EMOCIONAL DEL ALUMNADO “ No se ve se bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos ” (El Principito, 88) Últimamente se está promoviendo en la educación, lo más probable por “contagio” “youtubista”, de la figura mediática del “influencer”, una corriente donde la prestidigitación pedagógica, el escaparate de pantalla virtual y los fuegos de artificio metodológicos desplazan a lo esencial del acto educativo. Muy al contrario, en estos tiempos donde el “ser” debe confrontarse con el “aparentar”, defiendo que menos trucos, menos efectismo y más magia, más milagros. ¿Por qué hablo de lo milagroso del acto educativo? El Principito se reprocha a si mismo por el desamor que provocó hacia su rosa: “ No debí haberla escuchado, nunca hay que escuchar a las flores. Hay que mirarlas y aspirar su aroma ” (41). Y es que es bien diferente ver que mirar. Mirar , cuya raíz “mir-“ tiene como origen etimológico latino miror, miraris, miratus sum , que significa maravillarse, asombrarse, extrañarse, admirarse. Es, además, un verbo cuyas traducciones en español resultan reflexivas, lo que determina una especial implicación del sujeto en la acción; o, lo que es lo mismo, que la admiración depende más de quien quiere admirarse de algo que del objeto, que puede ser o no digno de esa admiración. Además, este verbo procede del mismo entorno léxico de miraculum , que ha evolucionado a milagro y que denomina aquello que es admirable, digno de admiración y que, por serlo, lo percibimos como un prodigio, una maravilla, un milagro. Parece explícito que, si en español construimos el verbo mirar a partir del latino miror , es porque lo que se mira es una selección de lo que se ve al otorgarle un estatus de milagroso por su belleza interior, en lo estético y en lo ético.

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