Guía emocreativa para la vuelta al cole desde el corazón

33 ¡Que mayor asombro que contemplar la maravilla interior del latir emocional de nuestro alumnado! ¡Cuánto de milagroso tiene la humanidad sentida de nuestros/as niños/as que nos impresiona y atrapa nuestra mirada atenta para admirarla y enriquecernos con ella! La enseñanza del Principito no indica que no solo hay que mirar, también hay que oler , en cuanto aspirar su aroma para captar su esencia. Se trata de un profundo paralelismo porque el sentido del olfato está estrechamente vinculado con lo emocional, sobre todo con los afectos más básicos ligados a nuestra herencia mamífera. En particular con uno, el asco, la emoción con un origen filogenético, igual que sus hermanas emocionales, orientado a la supervivencia. Se trata de oler afectivamente (tener olfato, intuición, expresiones muy ligadas a lo emocional), a nuestro alumnado para descubrir el misterio de su esencia, de aquello que esconde en lo profundo de su corazón, para poder tomar conciencia de sus preocupaciones sentidas: sus miedos, sus iras, sus tristezas, sus frustraciones... Este escuchar emocional que proponemos hay que traducirlo como mirar, en sentido de admirar lo milagroso del latir afectivo de nuestro alumnado, y oler, en cuanto captar la esencia de su aroma emocional, para desde ahí entrar en contacto con lo que están viviendo de forma prioritaria. Así que ya saben, queridos docentes, los primeros días de clase deténganse a mirar lo milagroso y a oler lo esencial de sus niños/as. En síntesis, este encuentro educativo con los “adentros milagrosos” de nuestro alumnado supone ejercitar una competencia docente fundamental, a saber, la escucha emocional , y esta implica cuatro momentos (en realidad 1 + 3): 0) Observarnos En un momento previo, sobre nosotros mismos, estar bien atentos para hacernos conscientes de aquellos patrones de conducta de “sordera afectiva”. Como son: • La indiferencia (desatender, ignorar, mirar hacia otro lado, dejar para más tarde, olvidar) • El desprecio (trivializar, menospreciar, relativizar) • La censura ( desaprobar, criticar, enjuiciar, reprender, castigar) • La permisividad (aceptación de lo emocional sin marcar límites sobre lo conductual, en el caso de comportamientos dañinos) • La intelectualización (sermonear, intelectualizar, deber ser, señalar lo que deben sentir y cómo hacerlo) Se trata de asumir que no somos perfectos por lo que en ocasiones desarrollaremos estas conductas y además se darán condiciones para que afloren de forma automática.

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