Guía emocreativa para la vuelta al cole desde el corazón

38 La incertidumbre Este sentimiento en situaciones de adversidad como la que estamos viviendo supone un verdadero cóctel incendiario que mezcla explosivamente el componente de malestar de la sorpresa, el miedo y la ansiedad. Un cierto nivel de duda acerca del futuro activa nuestra curiosidad (el componente agradable de la sorpresa), pero, cuando “lo único cierto es lo incierto” (en palabras José Carrión, citado por Rebeca Yanke), la incertidumbre nos atraviesa temporalmente y nuestra existencia se tiñe de interrogación, con lo erosivo emocionalmente que esta situación supone y la inestabilidad que provoca. Por eso, lo primero que rebosará de sus mochilas, empujadas en el fondo por la angustia de la incerteza, será un volcán de preguntas respecto a todo lo que ha ocurrido y lo que está por venir. Y tendremos que ayudarles a entender que hay preguntas que no tienen aún respuesta y que hay que aprender a tolerar la ambigüedad de la duda, dándonos permiso a no saber y al malestar que esto lleva consigo. Es cierto que nuestra sociedad tecnológica, caracterizada por la aparente verdad, el falso control y el epidérmico bienestar, no está preparada para lo incierto. Probablemente esto haya provocado que nuestros niños/as sean más intolerantes con lo dudoso y les resulte doliente tener que lidiar con la incertidumbre. Hay que insistir en el hecho de que la crisis que estamos sufriendo ha trastocado la temporalidad y que como señala la periodista citada: " El futuro no es aún post-Covid. [...] Hubo desde el principio mucho interés en el después. En cómo sería el mundo tras la pandemia y cómo sería el individuo que, tras varios meses en su cueva, sale a un exterior distinto. Pero antes del después está el presente, y ese ya está aquí .” Por eso la vacuna más eficaz con la que tratar la incertidumbre es la creatividad. Porque la mejor manera de predecir el futuro es imaginarlo y empezar a inventarlo en el hoy. Transformar el “por-venir” en un “por-hacer”. Imaginemos un triángulo en el que en el vértice superior nos preguntamos respecto al futuro ¿cómo debería ser?, en el otro vértice nos interrogamos sobre ¿cómo me gustaría que fuera?, y en el tercero nos interpelamos sobre ¿cómo podrá ser? En el centro de ese triángulo, donde se crucen las respuestas a esos interrogantes podremos tener alguna aproximación al ¿cómo será? Para ello, todo lo que suponga ofrecer recursos, actividades, dinámicas con los que trabajar de forma creativa imaginando escenarios, recreando futuros alternativos o proyectando acciones prospectivas, puede resultar interesante para tratar con nuestra incertidumbre.

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