Guía emocreativa para la vuelta al cole desde el corazón

40 7) Asumiendo nuestra condición de imperfectos y dándonos permiso para fallar. ¿Qué tienen en común todos los héroes y heroínas mitológicos o de la vida real? Que tienen defectos. No hay nada más sano que ejercitar la compasión con nosotros mismos y aprender a perdonarnos. Claro está, sin autocomplacencia, sabiéndonos perfectibles. El miedo Si hay una emoción que ha rebosado por encima de nuestros corazones durante todo este período ha sido el miedo, sobre todo porque entra en su lógica funcional: si hay un peligro y encima no puedo enfrentarme a el, debo prepararme para huir, en nuestro caso, protegernos “quedándonos en casa”. Por tanto, hasta donde llega su función adaptativa, el miedo nos ha acompañado para afrontar la experiencia de amenaza que nos provocaba el “bicho”. El problema está en su degeneración cuando por desajuste se torna temor permanente, pánico descontrolado o fobia desadaptativa. Por ello es tan importante dialogar con nuestros miedos para buscar un punto de encuentro “razonable” entre su función de ayuda y su pretensión de esclavizarnos. Y me he referido al miedo en plural porque su cara cambia en función de lo que lo provoque: • El miedo al contagio • El miedo a la pérdida • El miedo al sufrimiento • El miedo a no volver a la normalidad • El miedo a... Por eso es básico que antes que nada asumamos la dolorosa tarea de “abrir los ojos” para mirar a las diferentes versiones de nuestros fantasmas. Nuestro/a niño/a interior, en su inseguridad de crecimiento, tenderá a taparse la cara y a recitar “no está, ya se fue”. Pero el adulto emocional que necesitamos y el que hay que promover en nuestro alumnado, deberá asumir desde la toma conciencia que, aunque doloroso, el primer paso de nuestra valentía es reconocer que sentimos miedo. Porque, además, nuestros temores necesitan de nuestra negación para hacerse fuertes en nuestro corazón. Y para su afrontamiento hay que concienciarse de que el riesgo cero no existe, ni en el contexto COVID-19 ni en la vida en general, y por tanto no se puede hablar de protección total en ningún escenario en el que nos movamos en el día después. Es por eso, que, tras tomar conciencia, tendremos que buscar la manera de “soltar el miedo” y ayudar a vaciar nuestra mochila docente y la de nuestro alumnado, de la experiencia de inseguridad y peligro para que no nos atrape el temor. Se trata de aprender a SOLTAR. Solo decir en voz alta la palabra provoca una sensación de alivio. Es como cuando vas al contenedor y tiras la basura

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