Guía emocreativa para la vuelta al cole desde el corazón

41 después de haber acumulado algunas bolsas de ella en casa. ¡Da una sensación de alivio! ¿Verdad? Algunas indicaciones para ayudar a soltar : 1) Primero y muy importante, soltar una emoción, en este caso el miedo, no es descargarla sobre otra persona, es soltarla para que no nos haga daño ni a nosotros ni a los demás. A veces nuestra ira, nuestra culpa, nuestros miedos se los pasamos a las personas que están a nuestro lado, creyendo que con ello estamos descargándonos de esa emoción, pero en realidad sigue en nuestro interior, porque nace de nosotros mismos y, aunque queramos, no podemos desprendernos de ellas hasta que aprendemos a soltarlas. 2) Para soltar de forma adecuada una emoción tenemos que sentir el peso que nos produce, localizándola en la parte de nuestro cuerpo en donde notamos esa emoción. Puede ser en la cabeza, en los hombros, en la espalda, en la barriga.... 3) Después, tenemos que aceptar la emoción como nuestra, reconocerla, aunque eso nos duela. Muchas veces, escondemos o negamos nuestros sentimientos para evitar enfrentarnos al dolor que nos produce. Pero lo que conseguimos es seguir cargando con ese peso sin darnos cuenta de que lo llevamos encima ni del daño que nos está haciendo. El valiente no es el que no tiene miedo, sino aquel que, sintiéndolo, lo reconoce y se enfrenta a él para soltarlo y que no le pese. No podemos evitar sentir emociones desagradables o que nos hacen daño; muchas veces nos ocurrirá, es normal. Por eso no vale de nada darle vueltas: debemos centrarnos en las emociones y no en los pensamientos que nos provocan. 4) Una vez que reconocemos la emoción y la aceptamos, podemos descargarnos de ella, nos podemos librar del peso que nos provoca desviando la atención de lo que sentimos y dirigiéndola hacia nuestra respiración. Al mismo tiempo que soltamos el aire vamos soltando la emoción para que vaya al suelo, a la tierra. 5) Soltar sí, pero descargarnos para “hacernos cargo”, como diría José Mª Toro, o lo que es lo mismo para responsabilizarnos de nuestra emoción. La conciencia de nuestro miedo debe desembocar en que lo asumimos responsabilizándonos de su experiencia y de sus consecuencias en nosotros mismos y en los demás. La responsabilidad emocional es una competencia de profundidad que es previa a la de carácter normativo y la moral, ya que implica, por un lado, asumir el valor de la norma a la hora de comportarse como consecuencia de una experiencia emocional, y asumir las consecuencias de esta, estableciendo conductas de reparación si fuera necesario; y, por otro, supone también una toma de decisión respecto a la misma emoción, es decir: si uno es el que decide qué hacer con la emoción o, por el contrario, es la emoción la que decide por nosotros.

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