Guía emocreativa para la vuelta al cole desde el corazón

46 Sin embargo, en el contexto actual el saludo en sus formas del apretón de manos, el beso en la mejilla o el abrazo, son precisamente gestos sancionados por su condición de conducta peligrosa para la salud, volviendo impuro y contaminante aquello que en esencia es saludable y vinculante. Pero si el saludo es una convención, se puede cambiar y muestra de ello es que se están implantando nuevas maneras de saludarse como el beso al aire, el saludo chocando los codos, los nudillos (según un estudio de la Universidad de Aberystwyth, una de las formas más higiénicas de saludar), o los pies (este último bautizado saludo de Wuhan), o modalidades más elegantes como colocarse la mano en el pecho o hacer una pequeña inclinación de cabeza. Estos cambios puede que sean producto de la situación traumática que estamos sufriendo, pero, si nos fijamos, comprenderemos que las modificaciones del saludo se han dado de forma continua, sin darnos cuenta de ello. No tenemos más que detenernos en los saludos “mutantes” de los jóvenes o en ciertas subculturas urbanas como el hip hop, o el cambio en los saludos verbales: del “holi”, el “¿qué pasa?”, o el ¡eh! La forma de saludar cambiará, pero lo fundamental es que permanezca su esencia de reconocimiento y afecto hacia el otro. Y, aún más, que aprovechemos ese cambio para darle un sentido profundo al gesto de saludar, a través del cual sostener un contacto sincero y tierno, donde el otro se haga presente en el centro del aula. Me viene al recuerdo el saludo de los alienígenas protagonistas de la película Avatar , que popularizó el saludo de las tribus del Natal, en Sudáfrica: “sawubona”, que significa literalmente “te veo, eres importante para mí y te valoro”. Es una forma de visibilizar al otro, de aceptarlo tal y como es con sus virtudes, matices y también con sus defectos. En respuesta a este saludo el término utilizado es “shikoba”, es decir, “entonces yo existo para ti”. El “te veo y te valoro” del pueblo zulú referido anteriormente, es hacer explícito el darme cuenta de que el quién del acto educativo es relevante, de forma que lo visibilizamos y focalizamos nuestra conciencia en él/ella, en sus necesidades y deseos, en sus miedos, tristezas, alegrías, y en el día y la noche que conforma su identidad. ¿Quién no desearía ser saludado así, por el poderoso efecto sanador que tendría este gesto? ¿Y qué hacemos con el abrazo ? Ese profundo gesto de con-tacto corazón a corazón cargado de reciprocidad afectiva. José Mª Toro en su escrito El arte de abrazar en la distancia nos ofrece diversos modos alternativos para abrazarnos desde el corazón respetando la distancia física: • “Puedo abrazar con mi modo de estar de pie cuando vivo el pisar el espacio de distanciamiento como un acariciar a la tierra, besarla y honrarla.”

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