Guía emocreativa para la vuelta al cole desde el corazón

49 El virus, al detener la sociedad, nos confrontó con el modelo de alta velocidad, no solo tecnológica sino vital, en el que nos ha instalado el paradigma dominante, donde la rapidez se establece como valor de referencia con el que evaluar el modo de pensar, sentir y actuar, y por el que consumimos velozmente nuestra propia existencia. Y la escuela como expresión de esa sociedad de la prontitud ha teñido de apresuramiento todo su quehacer cotidiano, provocando en la comunidad educativa (en toda ella) una “taquicardia instruccional” repleta de acción, en ocasiones con significado, otras ni siquiera con eso, pero, la mayoría de las veces, sin actividad con sentido. Como alternativa, el contexto de la vuelta al cole nos ofrece la oportunidad de rectificar nuestro ritmo vital porque todo ha cambiado y debemos ajustar nuestro comportamiento, que ya no puede ser automático, a nuevas maneras de vivenciar pausada y lentamente nuestro tránsito en la escuela y nuestra manera consciente de enseñar y aprender. Este elogio que hago a la lentitud se traduce en el principio simple, pero creo que bastante funcional, de “hacer menos, pero con más sentido”. Alguno/a podría considerar negativa mi propuesta, apresado por la idea de “¡con todo lo que hay que recuperar!”. Pero, con la elasticidad temporal que propongo, que significa hacer más lentos y pausados los procesos, aunque lo que cabe en un mismo período es menor, se nos permite centrarnos en lo realmente importante, en lo esencial. Preguntémonos: ¿qué es lo esencial en el proyecto educativo de nuestro centro? Los dos recursos que tenemos para llevar esta propuesta a la práctica son: la lentificación y la pausa. Parece obvio, lentificar la escuela es hacer más lento el enseñar y el aprender, pero ¡qué difícil resulta! Sin embargo, dejémonos convencer por los ventajosos efectos de este “no tener prisa”: • Reduce e inhibe la impulsividad y el hacer sin pensar. • Facilita la atención, la comprensión y la memorización, mejorando con ello el procesamiento cognitivo. • Focaliza el centro del aprendizaje en los procesos y no solo en los resultados. • Propicia una perspectiva más consciente y reflexiva sobre el quién, el qué y el cómo del aprendizaje. • Distensiona el clima de convivencia porque relaja la tensión personal y grupal. • Provoca un efecto vicario ya que es fácilmente contagiosa a través del modelado. Desde el punto de vista del acompañamiento emocional, el padre de la resiliencia psicológica, Boris Cirulnik, resalta la importancia de la ralentización como elemento para favorecer la capacidad de afrontar la adversidad que sufren los/as niñas y niños, sobre todo en este contexto de crisis en el que nos

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