Guía emocreativa para la vuelta al cole desde el corazón

56 de que un mayor vínculo afectivo con el alumnado predispone a una mayor tendencia a padecer un trastorno emocional por parte de los docentes. Los resultados de los trabajos que hemos realizado nos advierten de los peligros del “amor educativo”, tanto desde una perspectiva cuantitativa como cualitativa. Un exceso de vínculo puede llevar al docente a un “darse afectivo” que lo vacíe emocionalmente y que, en un contexto de complejidad de la tarea de enseñar, aumente su vulnerabilidad, precipitándolo hacia el desajuste emocional. Pero habría que advertir que establecer una relación directa entre vínculo afectivo del docente y trastorno emocional resultaría engañoso si no tuviésemos en cuenta otros factores. En primer lugar, dicha relación no se puede aislar de la propia competencia emocional de los docentes. Los datos nos indican que cuando las competencias de comprensión y regulación emocional están ausentes, el profesorado tiende a un mayor desajuste afectivo. Por tanto, podríamos concluir que si el docente se vincula afectivamente con su alumnado sin la protección de las competencias que le ayuden a afrontar el desgaste emocional que ello provoca, podría desembocar en una mayor tendencia al desajuste afectivo. Por ello, no podemos renunciar a seguir manteniendo que el “amor educativo”, o si se quiere el vínculo emocional del docente con su alumnado, es un elemento clave de la calidad educativa y de la transformación personal de los miembros de la comunidad escolar, siempre y cuando, y aquí está la advertencia que nos hacen los resultados de nuestros trabajos, se ponga en práctica modo competente. Queda pendiente indagar sobre la relación entre el compromiso afectivo con el alumnado y la salud emocional de los docentes, analizando las motivaciones que sostienen ese vínculo emocional. Mi hipótesis es que las consecuencias que tiene la relación afectiva con el alumnado sobre el bienestar emocional del profesorado serían diferentes si se sostienen en motivos que cubren necesidades de realización social , que si lo que está buscando el docente es satisfacer déficits de bienestar personal y/o de vinculación social. En este segundo caso, creemos que el profesorado que busque cubrir sus necesidades personales y de afecto interpersonal a través del vínculo emocional con su alumnado estará más expuesto a experimentar miedo a no conseguirlo y al decaimiento y el malestar, por la falta de reciprocidad que, en muchas ocasiones, ocurre en el contexto cotidiano del aula. Por tanto, bienestar del profesorado en general y su cuidado emocional en particular, debería convertirse en una prioridad a la hora de abordar la vuelta al cole. Y para ello es importante ofrecer a nuestros/as maestros/as las herramientas para saber gestionar las propias emociones en situaciones como esta. Serían nuestras “EPI docentes”, a lo que habría que añadir la idea de la distancia “mínima” de seguridad empática para no sufrir con el dolor de nuestro alumnado y con ello prevenir la aparición de trastornos psicológicos.

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