7 —Al parecer, para ella sí. Ha sido un regalo de la Academia de la Música Digital. —Sonríe su madre—. Y el concierto es un homenaje que les hace a cambio. Está teniendo un éxito impresionante online. Más de dos billones de espectadores ahora mismo. Camilla trata de no poner los ojos en blanco. Dos billones de espectadores, por supuesto que sí. Imposible que fuera de otra manera. Desde que su prima Emilia fue descubierta en un programa de talentos a nivel europeo, hace ya dos años, no hay nada que haga que no parezca estar bendecido por alguna especie de diablillo de la buena suerte. Y sus padres no hablan de otra cosa. De todo lo bueno de Emilia (ahora llamada «Emi-dee» por sus fans), de todo el éxito que cosecha y del dinero que está ganando con ello. Y Camilla sabe que lo que siente es envidia. Lo sabe perfectamente. Envidia por su magnífica voz, por supuesto, pero también por su aspecto. Emilia es todo lo contrario a ella. Cumple a la perfección los estereotipos de belleza tan de moda en ese momento: un ojo verde y otro azul (la heterocromía es lo más desde que aquella actriz se volvió tan famo-
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